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༺ I Can't Lose Anyone Else ️༻
LA MUERTE SÓLO es uno de los muchos contras que tiene la vida. O al menos eso es lo que solía pensar.
Recuerdo haber dicho eso una vez, de hecho. Tenía 11 años, y me encontraba jugando en la habitación de mi ex-mejor amiga Emma. En algún punto, la conversación dejó de ser sobre los exámenes, o cualquier cosa de lo que estuvieramos hablando, y se centró en eso. La muerte. Recuerdo haber dicho: "La muerte viene con la vida. Al igual que naces, llega un momento en el que mueres, es natural, yo hay porqué tenerle miedo". Exactamente con esas palabras.
Claro está, que eso fue antes de que murieran mis padres. Antes de que mi vida se fuera cuesta abajo. No era capaz de comprender por qué los adultos se pasaban la vida preocupándose por su propia muerte, o la de sus seres queridos, cuando lo normal era que sucediera hasta dentro de muchos años. No lo comprendía hasta que me pasó a mí.
Fue a partir de ese momento que entendí. Y honestamente, habría preferido continuar mi vida sin saberlo.
Uno pensaría que después de tantas pérdidas, lo superaría, que me acabaría acostumbrando al duelo, pero las cosas no eran así. Con cada pérdida que experimentaba, era peor.
Y fue por eso que la muerte de Richy me había pegado tan fuerte. Porque había sido mi culpa. Como cada una de las pérdidas que había sufrido en mi vida.
Sabía que aquella noche no dormiría ni una sola hora. Simplemente me quedaría despierta, mirando al techo, reproduciendo esa escena en mi cabeza. Como él se había llevado a mi amigo.
Aunque aún era temprano, tenía las persianas bajadas, y estaba arropada como un gusano en mi cama, con más de tres mantas por encima. El teléfono también se encontraba debajo de las sábanas, pero estaba apagado del todo. No podía ni mirarlo después de lo que había pasado.
No podía creer que creyese que él era el culpable de todo. Mi intuición había fallado, y estaba devastada por eso. Porque los últimos días de la vida de Richy los había pasado creyendo que él era el malo, cuando al final no lo era. Su vida fue arrebatada por ese mismo malo.
Y todas las voces de mi cabeza ya se habían encargado de castigarme por eso.
Ni siquiera me había desmaquillado al llegar a casa. Solo me había quitado la chaqueta y me había puesto unos pantalones de pijama. De resto estaba igual que aquella mañana, excepto por cabello revuelto cayendo por mis hombros, el rímel corrido por debajo de mis ojos y las ojeras (las cuales eran bastante notorias, sin el corrector por encima). También llevaba puesta la sudadera de Jake. Me traía una leve sensación de comfort, dentro de toda esta tragedia.
