«¡Levántese Señorita!» Oía entre sueños una voz algo lejana. Mientras me incorporaba y cobraba mi compostura pude comprobar que despertaba en un sitio desconocido y ante mí había una persona que no había visto en mi vida.
Se trata de un apuesto joven, de piel muy clara, fuerte figura, con cabellos y ojos oscuros.
—¡Quién demonios es usted! —Exclamé, soliviantada.
—¿Qué hago aquí?... ¿Cómo he llegado?
—No tengo ni la menor idea de cómo ha llegado hasta aquí, señorita. La encontré aquí, echada en el suelo a la entraba del bosque, tal como está. Me resultó extraño, así que me acerqué por si necesitaba ayuda.
Bajé la cabeza avergonzada al verme a mi misma en aquellas circunstancias. Creo que he superado con creces la ridiculez, pensé. Nunca en mi vida me había sentido más humillada.
Él en cambio no le dio la mayor importancia y haciéndome más cómodo el momento se presentó:
—Mi nombre es Syler Yeart, —señorita, me decía mientras me echaba su chaqueta por encima de los hombros—. ¿Cuál es su nombre? —me preguntó.
—Mi nombre es Araci Petch.
—Necesita que haga algo por usted? Puedo ayudarla, señorita Pech. Voy para la ciudad... ¿La acerco a algún sitio? Si no debo de dejarle; ya es algo tarde —insinuó mientras me ayudaba a levantarme de aquel sitio y a subir a su coche, que lo tenía algo más arriba, en la carretera, con el motor todavía arrancado y la puerta del conductor abierta.
Se veía un buen coche, lo que pude suponer que se trataba de una persona en buena situación económica. Después de ayudarme a montar él subió al coche y puso rumbo a la ciudad: Arenetum.
—Es donde vivo desde hace unos años, cuando me independicé y vine en busca de trabajo.
Yendo hacia la cuidad no podía quitarme de la cabeza cómo era posible verme en esa situación y cual podría ser el motivo. Por más que pensaba no veía explicación alguna; se me veía reflejado en mi rostro la angustia y malestar que esto me generaba.
Syler me miraba de reojo, sin llegar a quitar la vista de la carretera. Él sabía, cómo yo, que era una situación bastante incomoda, así que hacia todo lo posible para hacerme agradable el momento. Hasta había puesto música suave y relajante, no muy alta, que ayudó algo a tranquilizarme. Dejé caer mi cabeza sobre el cabezal del asiento mientras suspiraba de alivio y deseaba llegar a casa, que era lo que realmente quería en esos momentos.
No insinué ni palabra en todo el camino. Tardamos como una media hora a llegar a la ciudad Arenetum. Al llegar me preguntó dónde me dejaba o vivía para acercarme. Dadas las circunstancias que estaba viviendo en esos momentos me sentí muy afortunada de haber dado con este hombre —«Syler»—, pensé—que sin conocernos se había comportado como todo un caballero. Quién sabe en qué otras manos podía haber caído, me dije a mi misma.
—Vivo en el centro de la cuidad... En la Avenida La Reina.
Syler me llevó casi hasta mi propia puerta sin hacer ni media pregunta más de por dónde debería tirar o que calle coger para ir a la avenida La Reina. Era como si se conociera la ciudad de cabo a rabo; bueno, fue la impresión que me dio. Lo que no sabía el número del edificio ni el piso, así que se lo tuve que indicar.
Todos los edificios de la ciudad son altísimos —tienen como ocho plantas por cuatro viviendas en cada—. No recuerdo haber visto edificios de menos altura en Arenetum, salvo unos chalets preciosos de una urbanización de las afueras para las personas muy adineradas de la ciudad.
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Estupor Sobrenatural
FantasyUna joven despierta de madrugada a la entrada de un bosque sin saber cómo ni por qué ha llegado hasta allí. Incapaz de recordar qué le ha sucedido, es atendida por un hombre que amablemente la lleva a su casa. Éste es el inicio de la historia de Ara...