Esta es Nana, mi abuela. Abuela, éstas son mis amigas del trabajo Araci y Nidala
—Así que vosotras sois las amigas de Tara, ¿eh? ¡Encantada de conoceros!
—¡El placer es nuestro! —exclamemos las dos a la vez.
—¿Quién de las dos necesita de mi ayuda?, preguntó Nana.
—Bueno, supongo que se trata de mí. Es que me ha ocurrido algo muy extraño —exclamé.
—Tranquilízate, preciosa —me decía mientras acariciaba mi mano derecha, llegándole a dar la vuelta. Al segundo dibujó las líneas de ella con uno de sus dedos—. Pasa por aquí —me dijo insinuándome con un gesto al tiempo que se giraba y señalaba la cortina blanca.
—¿Qué hace ahí, brujería? —le pregunté algo asustada.
Nana me miró y sonrió diciéndome nuevamente:
—No te preocupes, preciosa. Pasa por aquí. Yo te ayudaré todo lo que pueda —me echó el brazo por encima de mi hombro y me acompañó hasta el interior.
Dentro en ese cuarto tenia una mesa camilla con faldas rojas aterciopeladas. Sobre ella, un tapete de hilo en blanco cuadrado y otro por encima de este más pequeño, redondo y de color negro. En el centro de la mesa, encima de todo, una esfera de cristal y una baraja del tarot. Alrededor de la mesa había cinco sillas de madera. Lo más impresionante era que la habitación estaba rodeada de baldas y estantes llenos de velas encendidas de todas las medidas y colores.
Nana me ofreció asiento a la mesa.
—Toma asiento y relájate.
Me senté como me dijo. Nana tomó una de las sillas, se acercó a la mesa y se sentó en frente de mí mientras retiraba la esfera del cristal hacia un lado de la mesa. Me miró durante unos segundos, después me ofreció la baraja de cartas del tarot y dijo:
—¡Barájalas, preciosa! Después ponlas sobre la mesa y córtalas en tres partes iguales. Acto seguido vuelve a juntarlas en un solo bloque.
Estaba tan asustada que mis manos temblaban intentando coger la baraja. Nana procuraba tranquilizarme.
—No pasa nada. Haz lo que te digo. Verás cómo todo va a ir bien.
Tomé las cartas y barajé. Seguidamente las corté y las junté como me había dicho. Enseguida las solté sobre la mesa.
Nana las recogió y dijo al mismo tiempo:
—¡La suerte está echada!
Luego empezó a extenderlas sobre la mesa una a una. ¿Qué quiso decir con que la suerte está echada?, pensé.
Ella seguía poniendo cartas sobre la mesa, pero no decía nada. Yo sólo podía ver la expresión de su cara y no me gustaba. «¿Pasará algo?... ¿Sabrá ella algo, aunque no le haya contado nada de lo que me ha ocurrido?», pensé. Y sin darle más vueltas le pregunté:
—Dígame qué me dicen las cartas.
—Vamos a ver... Aquí puedo ver que estás pasando por un mal momento. Últimamente te han estado pasando cosas muy extrañas que no llegas a entender por ti misma.
¿Era posible que ella supiese tanto de mi sin haberle dicho nada? ¿Cómo podía saberlo?, ¿cómo era posible?, me preguntaba a mí misma mientras Nana seguía con la lectura de cartas.
—Hay algo en tu vida..., en tu camino, muy siniestro que te acecha. Ten cuidado.
—Pero ¿qué es? ..., ¡Dígame qué tengo que hacer!
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Estupor Sobrenatural
FantasyUna joven despierta de madrugada a la entrada de un bosque sin saber cómo ni por qué ha llegado hasta allí. Incapaz de recordar qué le ha sucedido, es atendida por un hombre que amablemente la lleva a su casa. Éste es el inicio de la historia de Ara...