Capítulo 18 - Huracán en erupción-

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Aproveche que me había quedado sola para darme una ducha con Oasis de fondo. Nuevamente mi lista de reproducción "sad" de mi IPod volvía a sonar. El dolor de cabeza me venia atormentando hacia ya más de tres días y los masajes que me hacia mientras me colocaba  shampoo ya no me daban resultado. Intenté no pensar en Ían pero me resulto algo imposible. Inevitable llorarlo, extrañarlo y llorarlo nuevamente. 

Ya había soñado de más, hasta el punto de confundir la realidad. Ya tuve miedo de lo oscuro, hoy en ese lugar me encuentro y  me quedo ahí. Si lo tuviese que describir, es mi habitación- donde me torturo con fotos de los dos.-.Soy siempre yo misma, pero con seguridad no seré la misma para siempre. Me gustan los venenos más lentos, las bebidas más amargas, de esas que te arrepentís de haber tomado porque te queman por dentro, son fuego, como él lo es para mí. Fuego destructor es la palabra. También me gustan  las drogas más potentes -él es una letal-, las ideas más insanas, los pensamientos más complejos, los sentimientos más fuertes. Tengo un apetito voraz y los delirios más locos. Tengo sentimientos hacia él, fuego y veneno en mis venas que luchan contra el amor hacia una droga, un arma y una bala.

Luego del relajante baño (con música, jabón y- como siempre- un par de lagrimas) tomé una pastilla relajante y me acosté tapándome hasta el cuello. Vacilante intentaba dormir. Mis ganas de un msj de Ían me lo impedían -podría pasar veinticuatro horas viendo el celular-.

El timbre sonó y me sorprendí al ver a Gabriel tras las rejas negras. Lo noté inseguro, seguramente estaría pensando en si seria esa mi casa o no. Al verme, se tranquilizó.

Me ajusté la campera al cuerpo y dentro del manojo de llaves encontré la que necesitaba y le abrí.

-Que raro verte, pasa- acompañe mis palabras junto con mis manos señalandole la puerta.

Nos sentamos en los sillones del living. Le ofrecí algo de beber y me aceptó un café. No estaba acostumbrada a este Gabriel, jamás lo había visto en su sano juicio. Llevaba unos jeans oscuros, una remera blanca lisa y unas vans. Tenia un perfume atrapante y su aliento no olía a cerveza o a algún licor. Su camino era firme al igual que sus palabras. Delante de mí tenia a un Gabriel adulto.

Dejé su café amargo y el mío con leche sobre la mesita de vidrio y me senté para observarlo. No emití ningún sonido, me contuve las ganas de atropellarlo a preguntas y espere a que él hablara.

-Vine porque me quede muy mal desde la ultima vez que los vi pelear.- comenzó- después de esa fiesta, Ían, terminó destruido y es mi amigo, me preocupa él.

-Supuse que vendrías a hablarme de él, ¿te lo pidió?- agarré mi taza y le di un sorbo. La volví a dejar sobre la mesa.

-No, él no sabe que estoy acá.

Asentí.

-Ayer fui a su casa y está desbastado. Se peleo con Juan y lo dejó solo.

-¿El padre se fue a Brasil?

-Si, él esta solo en el departamento. Se la pasa llorando. Dice no tener recursos para recuperarte.

-¿Te dijo algo más de mi?

-Muchas cosas. Lo que quiero que sepas es que jamás lo vi estar así por una persona, ni con la muerte de su madre. Para él lo sos todo, no te das una idea lo bien que le haces.

-Soy todo para él pero termino destruyéndome.

-A veces el amor reacciona así, los desarma pero estoy seguro de que amor de las dos partes hay, sé que van a unirse y que ese mismo amor que los destruyó, los unirá.

No podía creer tener a Gabriel sentado en el living de mi casa, bebiendo café y hablando sobre el amor. Este era su otro lado y ya lo estaba conociendo.

Las noches de Alma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora