Capítulo I Consigo misma.

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Se aspiraba la fragancia tornasol de la hojarasca, el viento acariciaba al cuerpo con su gélida mano, se escuchaba el clamor de una ciudad viva bajo el influjo de una seductora diosa nocturna y fulgurante, la luna, por supuesto.

A lo lejos se vislumbraba un majestuoso recinto, cuya magnificencia sobresalía bajo un diseño de iluminación fascinante, sobreviviente a los conflictos internos y dos guerras que conmocionaron al mundo, reclamaba en su época la sed de artistas profesionales y no sólo autodidactas, fundada en 1866 por dos genios: Antón y Nikolai Rubinstein, un coloso que se engalanó con prodigiosos músicos como Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin, Wagner y Schumann; este sitio orgullo cultural de Moscú, es el Conservatorio Estatal Tchaikovski.

Todo el bullicio y gala ameritaba la presentación de la Orquesta Internacional de Ginebra, acompañando a la gran violinista Alexandra Conunova procedente de la República de Moldavia, país que en su pasado perteneció a la Unión Soviética.

Mientras los invitados gozaban de la elegancia de los vestíbulos, podían admirar obras de arte como esculturas, bustos y pinturas, que en su mayoría datan del siglo XIX, lo realmente hipnotizante era el vitral de Santa Cecilia, patrona de la música sacra.

En uno de los anfiteatros decorados por suntuosas lámparas con emblemas musicales, se podía percibir en el ambiente cada nota expelida por aquel deslumbrante piano, que se incrustaban de manera nostálgica, con una apabullante estética, pero también con una desmesurada pesadumbre, era inevitable que se desquebrajara algo muy profundo.

La penumbra abrazaba aquella silueta dando a la ocasión una estela de romanticismo, sus sentidos estaban tan absortos en la melodía, sus sentimientos y emociones tan compaginados que parecía una sola con la composición, era tan sublime y magnífico que no había palabras para brindar un significado a todo lo ocurrido.

Sus dedos parecían volar, tan livianos y expertos, poseía un carisma y talento innato, esta pieza poseía remembranzas tan impactantes que despedazaban a su corazón, su alma y espíritu eran vagabundos merodeando sin rumbo, sus lágrimas eran corrosivas, que tantos secretos puede reservar una persona.

Una prodigio desde la infancia envuelta en la disciplina, excéntrica, obsesionada por la perfección, un carácter de acero, mirada penetrante y altiva, toda una artista.

La puerta se hallaba entre abierta, una espía camuflada bajo las sombras, escuchaba este lamento carente de palabras, impresionada por toda la vehemencia, reflexionaba por una intrigante duda que rondaba sus pensamientos, entre su confusa memoria creía reconocer aquella pieza, sin embargo; es interrumpida en sus divagaciones por alguien más;

-¿Qué haces aquí?, el salón principal se encuentra más adelante.

-Entiendo, lo siento. Sin más se retira con su acompañante, pero, su expectación estaba al rojo vivo por saber quién era el sujeto cuya interpretación era tan exuberante.

Quién le podría predecir a esta excelsa concertista que después de transcurrida aquella escena tan colmada de tribulación, finalmente alguien le trastocaría todo su ser, toda su esencia, tendría que fluir con un ímpetu devastador toda esa turbulencia que traía consigo desde lo más recóndito de su intrínseco, cambiaría de manera trascendental su existir, no volvería a ser la misma jamás.....

La pianista. ПианистDonde viven las historias. Descúbrelo ahora