Pausa

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Nunca había tenido un perro. Uno que fuera todo mío quiero decir. Siempre me habían gustado y en casa de pequeña había perros de papá pero no eran realmente míos, sólo jugaba con ellos pero no tenía ninguna responsabilidad ni compromiso con ellos. Pensé que debía llamarlo para saber cómo tratarlos. ¿Cómo te relacionas con un perro que no es tuyo? ¿Cómo evitas que se coma tu casa? Pequeñas cosas por el estilo. Hasta las necesidades básicas podría haber llegado.

"Te juro que si destrozas mi piso, haré una alfombra con tu pelo".

Se sentó en posición de firmes como si lo entendiera y fuera tan tierno. Él era yo en ese momento. Estaba solo y no entendía por qué. Su mundo había desaparecido y ya no tenía ningún punto de referencia. No paraba de gemir y de mirar en dirección a la ambulancia, que ya había desaparecido. Me pregunté si yo también habría tenido la misma mirada de desamparo. Vamos, estaremos bien juntos, te lo prometo. Lo comprendo. Recogí sus cosas, cerré la casita y subimos a mi casa. Me siguió sin hacer demasiado alboroto. Era casi más grande que mi pequeño sofá, estabo a punto de tener un tic nervioso incontrolable en el ojo. Me hice un precioso selfie abrazada a él, su cabeza era el doble de grande que la mía, y se lo envié a Phil con el pie de foto: mi nuevo novio. El mensaje de respuesta provocó más de una risita. "¡No sabía que te gustaban los peludos! ¿Nueva perversión?". Seguido de un "¿Qué hace el hijo del diablo en tu casa?".  Y me reí, mensaje aparte, no sólo por cómo había bautizado al perro, sino porque me di cuenta de que había utilizado "tu casa".

Todo como de costumbre. Desde luego no se había dado cuenta de que no lo había especificado la noche anterior. Menos mal. Estabo a salvo. Me habría sumido en una paranoia innecesaria. Y de todos modos, no era el momento de perderse en esos detalles. Le expliqué brevemente la situación y, tras preguntar por el estado de Frau Töpfer, no pudo abstenerse de preguntar si "el hijo del diablo", como él le llamaba, se quedaría conmigo todo el mes. Cerberus era un galgo de trabajo, perro del difunto Herr Töpfer, que también era policía. Sin duda era de gran tamaño. Un lobo enorme de colores inquietantes y ojos amarillos. Pero tenía un problema mayor que su tamaño. Odiaba a los hombres. Por eso no se había quedado de servicio, sino que se había convertido en un perro "normal". Un perro casero. Odiaba a los machos que se acercaban a las mujeres que consideraba suyas. Las excepciones eran los niños. Una especie de versión canina de Dan y Phil lo sabía bien ya que odiaba a los hombres. Había intentado pellizcarle las nalgas una vez que simplemente había saludado demasiado de cerca a su ama cuando ésta nos había dejado entrar en el jardín para ver el estanque artificial que había vuelto a poner en funcionamiento. Se había acercado por detrás tan silencioso como una pantera y ninguno de los dos lo había visto. Se había oído el castañeteo de dientes entre ellos al irse de vacío. Pero sólo porque Frau Töpfer le había llamado con tono serio y autoritario. Tenía un pulso con él a pesar de su aspecto de abuela.

"Podrías haberle arruinado su hermoso culo, ahora debería meterte en la olla-" le dije, mirándole.
Cuando pasamos juntos por la puerta, mientras me dispensaba agasajos, meneos y lametones, a Phil dedicó sonrisas y gruñidos amenazadores. También habría jurado que oí pura burla canina entre tanto gruñido. Por supuesto, no podía ir al club con él y dejarlo solo en casa era impensable. Con lo grande que era, si se hubiera puesto nervioso, me habría barrido mi casa el suelo. Y sí, se habría quedado todo el mes. Phil me dijo que no vendría. 

"-No si el emisario del mal no vuelve antes al inframundo" me dijo, aparentemente también divertido por la distracción. Me pregunto si él también deseaba huir. Seguramente sí, era un espíritu libre, como yo, no soportaba ataduras ni vínculos por demasiado tiempo.  En definitiva, un mes con la bestia nos había liberado a los dos. Me resigné a una noche de cine, manta y comida basura con mi nuevo compañero de piso del inframundo. No me importaba. Necesitábamos un descanso. O más bien yo necesitaba un descanso. No entendía en qué nos estábamos convirtiendo o no. Solía hacer esto todo el tiempo.  En cuanto me daba cuenta de que las cosas empezaban a ser demasiado, aflojaba. Y a él le parecía bien. Él tampoco quería sentirse como una pareja. Nos distanciaríamos y conoceríamos a otras personas. Había habido un periodo algo más largo de lo habitual con Jeffrey, el cámara para mí, y Audrey, la reportera para él. Habían venido a hacer un rodaje para un documental sobre el lago y se habían quedado casi un mes. Era guapo, el rubio Jeffrey, una buena persona, pero demasiado condescendiente conmigo. Era como Thomas. Pero yo no era Hannah.  Yo era peor, por no decir otra cosa. Habría acabado pisoteándole con mi mal genio. Audrey era un volcán explosivo con el pelo negro y rizado y por su parte quería un compromiso serio, estaba enamorada creo pero para Phil sólo era una conquista entre muchas. Terminó meses después con la excusa de estar de viaje. Luego estaba el frontman y una corista de alguna banda. Moteros de paso. Camareras de temporada. Todo cosas de pocas noches si no aventuras de una sola. Vivíamos de emociones, que duraban un momento, como si estuviéramos en una búsqueda perpetua de algo.  La imagen mental recién formada de él con otra esta vez me irritaba profundamente. Me di cuenta de ello porque al final de la película, que ni siquiera había visto, sostenía exageradamente la taza de té de hierbas y me dolía la mano. Hasta el lobero que estaba agazapado a mis pies se dio cuenta porque levantó el hocico para mirarme, soltando un sonoro suspiro.
"- Vamos a dormir bestia, que mañana trabajo y aún tengo que pensar dónde meterte -" . Inmediatamente me siguió, acompañado del chasquido de las uñas en el suelo.

I'm Here (Spanisch Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora