11. "De las cosas maravillosas"

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"De las cosas maravillosas"

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"De las cosas maravillosas"

« Una vez más ________________ estaba en al hospital, estaba vez por un pequeño ser que quería salir de su cuerpo y el dolor que sentía por las contracciones la hacía decir muchas cosas, sobre todo groserías que soltaba. Su esposo iba con ella y aguantaba el dolor de su mano al ser apretada por ella cada vez que tenía una contracción.

—¡Ya sáquenlo! —gritó ella mientras la ayudaba a ponerla en la cama.

—Vamos, cariño, respira —le dijo Isaza, quien recibió una mirada de enojo por parte de ella—. Grita todo lo que quieras, mi vida.

Ella no dijo algo porque otro dolor llegó.
Volvió a pujar como le indicaba la doctora, pero el dolor parecía no cesar y el pequeño bebé parecía no querer salir aún.

La mano de Isaza estaba roja de tanto que su esposa lo apretaba, pero iba a resistir, era su hijo y su esposa era la que estaba llevándose el peor dolor.

—No creo hacerlo —dijo con llanto después de pujar otra vez—. Ya no puedo —le dijo a su esposo llorando aún más.

—Claro que puedes, cariño —le habló con ternura, mientras la doctora pedía que pujara otra vez—. Recuerda que tú puedes hacerlo todo, harás que ese bebé salga porque tú lo vas a obligar hacerlo, así como obligas que Mía coma sus verduras —ella soltó una pequeña risa mientras una enferma limpia su sudor—. Solo una vez más.

Ella asintió con la cabeza y volvió a pujar otra vez, aún con más dolor y estaba vez también Isaza soltó un pequeño quejido por su mano, hasta que escucharon al pequeño bebé llorar.

_______________ soltó lágrimas de que por fin los dolores se habían acabado y lloro aún más cuando le dieron a su bebé.

—Es tan pequeño —le murmuró a Isaza mientras lo cargaba.

—Y será hermoso igual que su madre —sonrió demasiado feliz. »

[ ... ]

_______________ no dejaba de reír, Zola con tan solo un año y medio había hecho que su padre y tíos estuvieran vestido de princesas. La pequeña cuando vio a su mamá entrar por la puerta fue por ella para que pudiera ver como se divertía con ellos. Siguió riendo otro rato, e incluso había tomado fotos.

—Solo fui a una pequeña junta y están así —decía evitando reír.

—Era la única forma para que Zola no llorara cuando te fuiste —dijo Isaza, que tenía también unas pequeñas alas en su espalda.

—E Isaza no quiso pasar pena solo —suspiró Villamil quitándose una corona de papel.

—Aunque Mía tampoco ayudó mucho —concordó Simón, quien tenía una varita de plástico.

Una Vida Secreta - Juan Pablo IsazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora