Tal vez deba llamar al mantenimiento del edificio porque no gastó absurdamente tanto dinero para vivir en un maldito iglú. Y eso ni siquiera la molesta tanto, porque desde donde recuerda la calefacción de su ático nunca fue el punto destacable, ahora ni siquiera le importa demasiado. Sólo está enfadada y quiere tener un motivo para estarlo, uno distinto.
La camiseta del MIT no colabora realmente para protegerla del frío entre las cuatro paredes de su habitación. Gira en la cama de nuevo, deshaciéndose entre la ropa de cama blanca. Por la noche no cerró las persianas y ahora la luz suave del amanecer entra sin mayor reparo. Vuelve a girar.
Kara la mira desde el portarretratos en su mesa de noche.
¿Por qué Lena cayó? ¿Por qué un día se despertó, tomó su celular, abrió Amazon, pidió la mejor impresora en el mercado, espero al día siguiente para recibirla y luego navegó por sus casi inexistentes fotos personales para imprimir sólo esa y nunca más ocupar la impresora? Necesita saberlo, necesita que la respuesta cambie. Se talla los ojos, poniéndose en pie con el dolor más grande del mundo atravesándole el pecho como un fantasma.
Pone la tetera en la estufa y llama al primer contacto en su lista.
—Mierda. —Recibe como saludo. Rueda los ojos—. Maldición, es como la mitad de la noche, Lena. Por Dios.
—Son las seis y media de la mañana, Andrea —escupe—. Saca tu trasero de la cama y dame una respuesta pronto.
—Eres una terrible negociadora —pronuncia ella en medio de un bostezo—. Además... —Algo se desliza por el altavoz, como si el teléfono se escurriera por las sábanas—. Uh, ¿qué? Ah, sí, no es como que tengas más compradores.
—¿Tú qué sabes?
—Lena, nadie compra empresas mediáticas de billones de dólares de la noche a la mañana.
—Y por eso deberías hacerlo. —Andrea se echa a reír—. Sabes que en este trato estoy perdiendo.
—No, si estuvieras perdiendo no estarías llamándome a las seis de la mañana.
—Andrea.
Otro bostezo. —Bien.
—¿Qué?
—Sí, de acuerdo, compraré CatCo, Lena. ¿Qué puedo perder?
Apaga la estufa, poniendo en mejores palabras su acción más reciente, el agobio la obliga a apoyarse en la encimera.
Andrea abre la boca de nuevo—: Ya sabes sólo puedo caer en bancarrota y perder mi legado familiar financiero, pero sí: adelante. Soy brillante en los negocios. —Suspira, divagando en sus propios asuntos e ignorando los oídos sordos de Lena. —¿Sigues ahí?
—Sí —murmura—. Eh, sí, en definitiva.
—Bien, te veo a las diez.
—No, verás a los abogados, yo no tengo por qué estar ahí.
Andrea hace algo como quejarse. —¿Por qué llamas a la gente a las seis de la mañana si estás gruñona?
—A las diez —remarca Lena antes de colgar.
Se sirve el té, mientras piensa en por qué compró CatCo en primera instancia. La sorpresa pintada en el rostro de Kara se le presenta como un recuerdo muy vívido. ¿Cómo esa tonta creyó que no literalmente le compró CatCo a ella? Como un favor personal y nada más. Le da un trago a la taza y no nota el sabor siquiera.
Está parada frente a su escritorio, organizando los contratos para entregarlos a su nueva secretaria cuando el sonido mezclado de dos voces inusualmente altas se esparce fuera de su oficina, luego la puerta se abre. Su secretaria la mira con disculpa.
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La forma del hogar
FanfictionUna versión más del "qué pasa cuando Lena se entera del secreto de Kara". Es angustioso a ratos y cursi casi todo el tiempo. Una historia corta que plantea un acercamiento diferente al que suelo tener con estos personajes. Lena asesina a Lex. Lex d...