Cuatro

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Se quita la capa tan pronto como llega al apartamento, deshaciéndose progresivamente de más piezas del traje sin ver siquiera dónde caen. Está totalmente agotada, las lámparas de sol amarillo apenas le quitaron la sensación desgastante en los músculos tras ser atacada nuevamente con kryptonita. Los brazos aún le hormiguean debido a los rastros en su sangre, tiene el dolor albergado en los nervios.

La cabeza le cuelga, agachada bajo el agua hirviendo de la ducha. De fondo escucha la puerta abrirse, así como el tintineo particular de las llaves sobre la mesa del comedor, acompañadas del caminar perezoso de su hermana mayor al moverse por su casa con el cansancio sobre la espalda después de lidiar con otro gran altercado. Tan grande como los últimos quince, porque Lex Luthor obviamente no iba a dejar de molestar. Ni estando muerto.

—¡Kara! Apúrate, traje pizza —Cierra la llave del agua y se aprovecha de su supervelocidad para vestirse, en un pestañear está ocupando un lugar a la mesa. Apoya el mentón en la mano, desanimada. Alex le pone un plato enfrente—. ¿Cómo te sientes?

Ambas saben que va a mentir. —Bien.

—Genial. —Tiene la boca llena y no le importa ni un poco—. Entonces... relacionado a lo de esta noche.

Kara ni siquiera la deja acabar. —No le preguntaré a Lena si sabe por qué su hermano muerto (por su propia mano) sigue atacándonos, ni de dónde demonios saca tanta kryptonita. —Alex bufa, exasperada—. Rao, no me dirige la palabra siquiera.

—Sigo sin entender por qué se lo dijiste.

—¿Además de porque era lo correcto?

—¿Lo era? —Lo acompaña de una ceja arqueada.

—Sí, Alex, lo era —declara, contundente—. Si salió mal fue gracias a cuánto tiempo esperé para hacerlo.

—Dios, deja de hacer eso.

—¿Qué?

—Culparte.

—Dime que no es mi culpa, en ese caso. —Kara toma otra rebanada de la caja.

—¡No lo es! Lena Luthor y su concepto sobre ti en realidad no importan, Kara. —Su intento de subirle los ánimos para nada cumple el objetivo—. Tenemos cosas más importantes por resolver.

—A mí me importa Lena.

Alex suspira. —Y no tengo idea de por qué.

—¿Ah, no?

—¡No! Ni una pista, hasta donde sé no necesitas más amigos de los que ya tienes. —Kara frunce el ceño—. ¿Por qué importa tanto Lena Luthor? ¿Por qué le cubrimos la espalda? ¿Por qué tienes esa cara desde hace cinco días? ¿Por qué luces como si hubieras pisado a un cachorrito?

Kara fulmina a su hermana. —¿Importan las razones?

—Joder, sí.

—Entonces es porque la quiero, porque es mi amiga, porque le hice promesas y luego las incumplí todas.

Alex abandona su comida. —¿De verdad? ¿Cuántos años tienen, Kara? ¿Doce? —Se echa atrás, contra el respaldo—. ¿Qué esperas de esa relación? ¿Qué sigues esperando de ella?

—¡Ese es el maldito punto, Alex! Nunca tuvimos nada que esperar de la otra, porque sólo éramos dos personas juntas. —Se pone en pie, ardiendo en un enojo injustificado. Odia enfrentarse a lo más profundo de ella, odia verse expuesta por su propia hermana—. Tiene derecho a odiarme.

—Y tú tienes derecho a seguir adelante.

—Como si pudiera.

—¡¿Y por qué no puedes?! ¿Qué te detiene de dejarla atrás? —Se cruza de brazos.

La forma del hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora