Diecisiete

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Epílogo 

La oscuridad de la noche envuelve la habitación casi en su totalidad, parpadea un par de veces tras despertar y pronto percibe la silueta a su lado en la cama. El cabello de Kara es un desastre sobre la almohada y tiene uno de sus brazos envolviéndole la cintura, arrastrando por su piel su calor corporal elevado. Hay tanta calma en su expresión que Lena casi se olvida de por qué está despierta a mitad de la madrugada.

Un llanto se reanuda en la habitación contigua, es agudo y requiere atención inmediata. Se cierne en la cama, con los párpados pesados y el resto de sus músculos trabajando por inercia. Kara no se inmuta ni un poco. A Lena le dan ganas de despertarla sólo porque sí, para compartir la experiencia de levantarse cada par de horas.

Quita las sábanas de su camino mientras otro par de gritos llenan el espacio silencioso del apartamento. El vacío en el lado izquierdo de la cama consigue, por fin, llamar la atención de Kara, quien levanta la cabeza con el esfuerzo más grande del mundo y suelta un quejido bajo.

—¿Qué? —pregunta con la voz grave.

—Bebé —responde Lena, con las capacidades mentales del lenguaje a la mitad de su porcentaje debido al abrupto despertar.

—Uhm. —Ya tiene la cabeza devuelta en la almohada.

Cuando Lena pasa a su lado para salir le da una palmada en las piernas, despertándola de nuevo. —Técnicamente te toca —reprocha—. No, no técnicamente, es un hecho. Así que levanta tu trasero, Danvers y ven conmigo.

Kara suspira, obedeciendo porque le encanta hacer feliz a su novia. —Sólo me llamas Danvers cuando estás a punto de enojarte conmigo.

—Sigue siendo tu apellido.

—No, no es cierto —responde, siguiendo sus pasos con mucha mayor habilidad porque ella sí ve en la oscuridad—. En realidad es "Luthor-Danvers", ¿sabes? Porque nos casamos.

Lena le sonríe. —No necesitas recordármelo.

—Pero me gusta hacerlo. —Ya está junto a la cuna de viaje, a medio inclinarse para levantar a su sobrina con un cuidado impresionante; desde que Alex y Kelly decidieron adoptar a esa pequeña bebé Kara navega a su alrededor con precaución, mil veces más consciente de su fuerza física—. Hola, ¿qué te sucede a ti, lindura?

Lena la observa al margen, escucha sus murmullos cariñosos y contiene el bostezo mientras Kara diagnostica la causa del llanto.

—Como tengo un bebé en los brazos, ¿te molestaría traerme un biberón? —Los rizos le salen disparados en todas direcciones, sus azules ojos denotan cierto cansancio, pero su sonrisa es inigualable. Lena jamás encontrará una sonrisa comparable a la de Kara.

—Por supuesto, mi amor.

A la temperatura exacta, Lena sujeta el biberón y se lo pasa, cuando Kara lo recibe detiene el vaivén conciliador con el que estaba meciéndose. El silencio vuelve a caer sobre ellas, sentadas en el sillón, con los ojos a medio cerrar y un sentimiento vago de preocupación.

Lena sabe lo que Kara está haciendo incluso si ella no se lo dice. Porque en ocasiones como esta, cuando su sobrina las visita de emergencia, Alex se encuentra solucionando más de un problema en la DEO y Kelly, con su muy reciente puesto como Guardiana, está apoyándola. Y es tan peligroso y Kara se siente tan culpable.

De forma muy poco justificada, si le preguntaran. Y Kara ha externado ese sentimiento muchísimas veces, antes del bebé en la ecuación y (en mucha mayor medida) con el bebé en la ecuación. Lena no sabe si puede hacerle entender su derecho a elegir. A optar por esa vida sin la capa.

La forma del hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora