Los cubos de hielo dentro de su vaso se derriten con una velocidad impresionante. Su té helado hace el intento de mantenerse así por unos cinco minutos, el cristal del vaso escurre y Lena suspira, medio agobiada por el clima, medio impresionada por todo lo demás. Tiene las mejillas rojas, tan, tan rojas porque su piel blanquísima tiene una tolerancia risible al sol intenso del verano en Midvale y porque, de alguna manera, lo que va a pasar pronto le crispa los nervios.
—Ten. —Un bote nuevo de bloqueador solar cae en su regazo—. Tu dosis diaria, mi amor.
Kara sonríe con esa mueca boba y amplia, invitadora. Un puñado de rizos rubios escapan de su peinado improvisado y su piel, aun más morena por el sol, brilla de una forma adorable. Encaja ahí a la perfección. Lena desvía la mirada hacia la pañoleta atada en su cuello e intenta no pensar demasiado en el motivo (y por lo tanto en la noche anterior), pero le responde el gesto alegre.
—Pronto te quedará como novia un fruto seco y nada más —apunta, exprimiendo el bote y untándose bloqueador pegajoso por los brazos.
—Mi novia, dices, como si no fuéramos a casarnos dentro de tres meses —rezonga, Kara tiene los labios rojos porque estuvo comiéndose las fresas que Eliza explícitamente le prohibió comer y está mirándola con una expresión tanto traviesa como encantada. Una combinación infalible—. Misma razón por la cual no puedes secarte como pasa. Bébete tu té.
Lena hace un puchero (por Dios, en quién se ha convertido). —Mira, yo me considero amante del té, pero esto... —Y señala su vaso—. Es todo menos té.
—Llámalo limonada entonces, pero bébetelo.
Le rueda los ojos. —¿Cuándo te convertiste en la mandona?
Kara se cierne de su mecedora (Midvale es la clase de pueblo con porches abiertos y mecedoras al aire libre) y se deja caer, como el bote de bloqueador hace tres minutos, sobre sus piernas. —¿Quién es mandona?
—Tú.
Y no le da tiempo de argumentar porque Kara ya está besándola, pues tiene una cuenta regresiva en alguna parte que cuando llega a su fin la obliga a buscar cariño físico. El cual Lena siempre está dispuesta a proporcionarle sin molestias. Es un beso rápido, aunque no fugaz. Besar a Kara tiene demasiadas facetas, a veces es como de película (dramático, íntimo), a veces es tímido, a veces es así: cercano, caluroso, hogareño. Lena huele a bloqueador y cuando alza las manos para enmarcarle el rostro a su novia (¿prometida?) esparce los restos por su preciosa cara.
Siempre es igual después de besarla, como bajar de una montaña rusa. Con el mareo restante y la adrenalina asentándose en la boca de estómago. Los rastros tangibles de haber estado tan cerca permanecen en los labios húmedos, las manos templadas, las sonrisas compartidas y a veces arrogantes.
Kara se acomoda mejor, pues la mecedora no es el lugar ideal para compartir una sesión de besos. —J'onn llamó.
Ese pequeño anuncio le basta a Lena para recordar por qué estaba nerviosa hace no mucho tiempo. —¿Qué dijo?
—Que su auto estará listo para mañana, él mismo lo traerá aquí y entonces podremos partir —explica, como ya hizo otras treinta veces antes—. ¿Sigues a bordo?
Estira la mano y entrelaza sus dedos. —Por supuesto.
—¿Pero? —Ya se conocen demasiado, no pueden (ni quieren) mentirse.
Lena esboza algo cercano a una sonrisa tambaleante, dubitativa. —Pero ¿qué si no lo aprueban?
—Igual nos casaremos.
—¿Y si lo impiden?
—No pueden hacer eso.
—De hecho, no estamos totalmente seguras de esa información —rebate.
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La forma del hogar
FanfictionUna versión más del "qué pasa cuando Lena se entera del secreto de Kara". Es angustioso a ratos y cursi casi todo el tiempo. Una historia corta que plantea un acercamiento diferente al que suelo tener con estos personajes. Lena asesina a Lex. Lex d...