Capítulo 4 «Me trae recuerdos»

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¡Por fin llegaron las vacaciones! Fui a la playa junto a toda mi familia, y comprendo que algunos esperaban la reconciliación entre mis padres, pero más bien sus peleas nos hicieron pasar malos ratos y arruinaron mi deseado recuerdo. Durante ese tiempo, pocas veces me comuniqué con Amanda, me entretuve demasiado en las actividades que tenía planificadas para esos meses.

Dos semanas antes del comienzo de las clases, la llamé para invitarla al cine con varios amigos, incluyendo a Karina, Elena y Sofía. Ella aceptó ir con nosotros, pero me dijo que no se sentía muy segura y que mejor la fuera a buscar. No vi problema en ello, ¿por qué no? Y fui hasta su casa: al llegar, noté que ya me esperaba en la puerta con una gran sonrisa y un atuendo muy colorido. Su postura encorvada y sus manos entrelazadas, me hicieron creer que le daba ansiedad salir con nosotros; pero, ¡qué alegría me dio por verla lista para acompañarnos! Entonces, nos fuimos a ver la película que los chicos escogieron.

Casi al final, los protagonistas andan en un vehículo que corre a toda velocidad y chocan con otro automóvil. Amanda se había sentado junto a mí, y viendo esas escenas, tomó mi brazo, lo apretó con fuerza y empezó a mirar a los lados como si tratara de buscar una salida. Y me dijo:

—Discúlpame, Laura, pero tengo que irme.

De inmediato, se levantó y se marchó apresuradamente de la sala de cine. Los demás me miraron y me susurraron:

—¿Qué le pasó?

Pero yo no tenía idea de por qué se había ido. Sin pensarlo, también me levanté y salí tras ella. Después, la encontré sentada a las afueras del cine en un banquito, con la mirada clavada en el suelo. Me senté a su lado, ella no reaccionó y le dije:

—Ey, te encontré. ¿No te gustó la película?

—No... No me gustó la escena —dijo entre dientes.

—¿Cuál? ¿La del accidente?

—Sí.

Hubo unos segundos de silencio, pero tomé la iniciativa en preguntarle:

—¿Por qué no te gustó? ¿Te asustaste?

Y me respondió desalentada:

—Es que, me trae recuerdos.

—¿Alguna vez has tenido un accidente? —y arrugué la cara.

Sin embargo, ella no me respondió, solo se quedó ahí, sin decir nada. Pero después me miró a los ojos y me dijo sonriendo:

—Gracias por traerme, Laura. Desde hace mucho que no salía a divertirme y menos con amigos. Eres muy dulce.

—Cuando quieras, amiga. Me pone contenta el verte feliz y sonriente cada día bonito, ja, ja.

Al decir eso, nos reímos un poco y después de más segundos de silencio, ella recostó su cabeza sobre mi hombro. Se veía muy segura, mientras tanto, yo no podía creer que estuviera demostrando esa humanidad, tanta como para dejar de ver la película por ir a buscarla. Caminamos un rato por los alrededores del cine, dentro de un centro comercial donde también vendían ropa y zapatos. Entramos a algunas tiendas para curiosear lo que tenían. Luego recibí un mensaje de Elena:

—Laura, ¿todo bien? Ya se terminó la película, ¿dónde están?

—Calma, estamos bien, no te preocupes. Veámonos en la entrada y te explicaré.

Cuando nos encontramos, Elena me dijo:

—Estuvo bueno el final, ¿qué les pasó?

—Amanda solo estaba desesperada por encontrar el baño —le respondí.

—Ah pero, ¿por qué no terminaron de verla?

—Elena —le susurré y le hice una seña con mis cejas—, después hablamos —y volví a hablar con un tono alto—. Cuéntame que tal estuvo el final de la película.

Después, todos empezaron a hablar del gran final mientras caminábamos en dirección a la casa de Amanda. Al llegar, se despidió de nosotros y seguimos rumbo a dónde vivía Elena, entonces ella me preguntó en voz baja:

—¿Y qué le pasó a Amanda? ¿Le dio alguno de sus ataques?

—¡No, vale! Solo se pone nerviosa con las escenas de acción. Es sensible a esas cosas, entiéndela. Además, no tiene muchos amigos, por eso, les agradezco que la traten con amabilidad.

—Okey, Laura, solo tenía curiosidad de qué había pasado.

Con eso, ella se quedó tranquila y no siguió haciendo preguntas. ¡Qué bueno! Porque pensé que no era correcto decir lo que Amanda y yo habíamos conversado. Para mí era importante reservar las cosas que consideraba delicadas, porque no cualquiera entendería lo que pasaba por su mente, incluso a mí se me hacía difícil. Lo que me daba vueltas en la cabeza eran estas preguntas: ¿Cómo Elena se enteró de los «ataques» de Amanda? ¿Quién más lo sabía?

Una carta entre silenciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora