Capítulo 24 Superación

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Se acercaba la fecha de nuestra graduación y me preguntaba a menudo si Alexandra iba a graduarse. De cualquier manera, la profesora Sánchez nos citó a todos en un salón de clases. Estando allí, nos hizo leer los reglamentos para visitar la galería de Caracas. Luego nos dijo que el viernes de esa misma semana saldría el primer grupo de alumnos, que nos incluía a todos nosotros. Esa noticia nos hizo aplaudir y finalmente, la profesora me agradeció a mí y a la tía Rebeca por absolver a los demás de pagar sus pasajes. Pero observé a mi amiga, y sé que al oír aquello, se lamentaba en silencio. Y yo pensaba: ¡tengo que hacer algo! Por eso, después de la reunión, me acerqué a ella y en medio de nuestra conversación le pregunte:

—¿Le dijiste a alguien más que te da miedo subirte a los automóviles?

—Sí, a los muchachos del grupo de apoyo, casi todos tienen fobias, pero no les expliqué por qué. Ya, es mejor no recordar eso.

—Algún día tendrás que superarlo. Nada más piénsalo: ¿Te vas a perder la excursión?

Entonces, se quedó pensativa y no le dije más nada. Yo sabía que le hacía falta un incentivo. Ese mismo día, hice una llamada al consultorio de la Dra. García preguntando por Amberly, con la esperanza de crear un plan que ayudara a Amanda a superar sus miedos.

—Laura, es complicado, todos tenemos horarios ocupados como para ir a esa hora de la mañana.

—Ya sé, pero no quiero que pierda la oportunidad de ver una galería de arte. Dudo que me haga caso a mí sola, pero ustedes la podrían apoyar. Por eso son un grupo de apoyo, ¿verdad?

—Mira, tienes razón. Creo que podría hacer un espacio en mi horario de trabajo, y les avisaré a los demás para saber si están disponibles. Aun así, no te prometo nada, ¿está bien?

—Me parece bien. ¡Gracias! ¡Muchas gracias!

¡Perfecto! La emoción me hizo dar un brinco, me sentí muy optimista respecto a mi plan. Ahora solo me faltaba convencer a mi amiga para que asistiera al colegio o que al menos lo intentara. Tenía la esperanza de que todo saldría bien.

¡Y llegó el día! Me desperté muy temprano el viernes, totalmente motivada y con una energía rebosante. Llamé a Amberly para estar segura y, para mi sorpresa, me dijo que todos aceptaron ir a nuestra escuela. Sin pensarlo mucho, empaqué mi desayuno y me puse en marcha a casa de Amanda. Toqué la puerta varias veces y me abrió María, sentí un agradable olor a café y me dijo:

—Cariño, ¿qué haces por aquí tan temprano?

—Lamento si la desperté, señora María. Es que, tengo que hablar con Amanda.

—No te preocupes, ya estaba haciendo el desayuno. Amanda está arriba, creo que sigue dormida.

Por lo tanto, subí rápidamente las escaleras, entré a su habitación y exclamé:

—¡Amanda, despiértate!

Ella se despertó de inmediato y me miró con cara de terror.

—Me asustaste —y se sentó en la cama.

—Vístete, nos vamos.

—¿A dónde?

—A la excursión, pues.

—Ay, ya no sigas con eso, no voy a ir.

—Vamos, amiga, te vas a divertir.

—Tú sabes que no me puedo subir al autobús.

—¡Anda! Es ahora cuando más necesito que seas optimista.

—No y punto.

—Si no vas, yo tampoco iré —y entrelacé mis brazos.

Una carta entre silenciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora