«•06•»

1K 104 23
                                    

«HERMANOS»

"Hijo mío, si te sientes solo, ven a mi, yo te recibiré con un gran abrazo hasta que estés listo para ser fuerte otra vez"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




"Hijo mío, si te sientes solo, ven a mi, yo te recibiré con un gran abrazo hasta que estés listo para ser fuerte otra vez"

Su pecho se sentía ligero, ya no tenía ganas de llorar, la pesadez de su cuerpo se había ido y en su lugar, sintió la energía recorrerlo, no estaba feliz; pero tampoco se sentía tan abajo como la noche en que decidió hundirse en el mar para alejarse de sus tormentos. No sabía cuánto tiempo había pasado ni tampoco le interesaba, si fuera por él se mudaría al océano,  ahí no había nadie que le juzgara, nadie sabría su pasado. Nadie lo culparía de algo que no hizo.

Abrió los ojos muy lentamente, teniendo a primera vista muchos pequeños pececillos que nadaban a su alrededor, corales y un profundo azul. Todos los recuerdos llegaron a su mente y deseo estar inconsciente de nuevo, pero no pudo cuando al extender los brazos; vió caer una flor hacia la arena de lo profundo.

Frunció el ceño, y nadó hasta que la tuvo de nuevo en sus manos, era hermosa, blanca de pétalos largos y abundantes, de tallo amarillo y detalles dorados.

La admiró un momento, acariciándola suavemente con su dedo, esta brilló de un pulcro color blanco, provocando que sus ojos se abrieran en asombro cuando la leyenda de su pueblo recobró vida en su memoria: Las flores de luna.

Decidió dejar cualquier pensamiento de lado para centrarse en una sola de sus dudas:

¿Cómo llegó aquella planta hasta él?

Muchas preguntas, demasiadas para su gusto, miró a su alrededor, intentando distinguir a algún otro na'vi cerca, pero no había nadie. Miró hacia arriba, encontrándose con un enorme círculo brillante. Era de mañana.

No quería salir, sinceramente no quería, se sentía bien ahí, siendo envuelto por su hogar, por su madre. Sintiendo el agua contra su piel como un consuelo y escuchando la corriente del mar como un suave canto que le arrullaba, ni siquiera sentía la falta de aire, solo se sentía... libre.

La flor en su mano volvió a brillar, solo un leve instante, entonces decidió volver. Necesitaba saber quien le había dado aquel obsequio. Quien le otorgó el alivio que tanto estaba buscando.

De repente, comenzó a ascender, no tuvo que mover sus brazos ni su cola, era como si el mar mismo lo estuviera conduciendo a su destino. Llevándolo hacia la parte poco profunda del mar, dónde escuchó voces infantiles, iba a rodar los ojos por tener que lidiar con niños tan temprano, pero justo pudo reconocer una voz femenina.

Tsireya.

Estiró una pierna hasta que estuvo recargada en la arena, se impulsó y salió del agua tan rápido como pudo, su cabello cayó sobre su cara, bloqueándole la vista.

Los pequeños soltaron grititos de sorpresa al ver a alguien brotar abruptamente del agua, alertando a su instructora, quien dirigió la vista hacia la causa de la distracción de sus alumnos. Reconociendo a su hermano y sonriendo eufórica.

 FALSEDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora