«•07•»

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«PAYAKAN Y LO'AK»

 —¿De qué hablas?—

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—¿De qué hablas?—.

—Ya te lo dije, nadie me ayuda por que si, no a mí— bramó el, señalándola con un dedo mientras caminaba hacia ella, viéndose de verdad incrédulo ante un detalle desinteresado. La espina de desconfianza estaba aún fuertemente clavada en su pecho y sangraba aunque no pudiesen verlo. Ao'nung lo sentía, sentía su piel arder aunque no tuviera corte alguno —¿Qué es lo que quieres?—.

—Nada— aseguró extrañada.

El heredero retrocedió con una mueca de  desconfianza —No te creo—.

—Ao'nung— lo llamó con voz firme, encarándolo para tratar de tronar su estado de alerta —Yo no quería que te enteraras, no estaba en mis planes, pero si te ayudé, es por que me agradas— confesó.

El de molote aún no podía procesarlo, negó con la cabeza repetidamente, con la vista clavada en la arena; una de sus manos tomó fuertemente el collar que reposaba sobre su pecho, apretando el diente que lucía con orgullo. Pues este le había pertenecido a un Akax'tuktan, un depredador poco presente en los arrecifes. Pero que siempre estaba oculto.

Era un animal grande, casi tan largo como un na'vi adulto, con una cabeza grande que poseía un hocico llenado por colmillos, cuatro ojos pequeños, no tenía patas, se desplazaba arrastrándose por la arena. Al final de su cola tenía una enorme aleta que le ayudaba a nadar y largos pliegues de piel delgada y venenosa al tacto cual medusa se expandían por los costados de su cuerpo, vivía en las profundidades del mar abierto, en donde las aguas eran más frías, oscuras y silenciosas; se le era temido por que no importaba el día, el clima, o la hora, en cualquier momento podía enroscar su delgada cola alrededor de la pierna o cuerpo de un na'vi o un animal, los sumergía, los ahogaba apretándolos con su propio cuerpo, y luego los devoraba.

Unos pocos años atrás, mientras nadaba con su madre, aquella criatura la jaló a las profundidades. Ao'nung entró en pánico, y a pesar de los pedidos de Ronal por que se fuera no lo hizo, nadó hacía la criatura envuelta alrededor de su cuerpo, comenzando a apretarla poco a poco, sacándole el aire. Enrolló sus delgados brazos alrededor de la cabeza del animal, extrajo su daga de su cinturón, y comenzó a apuñalar toda la extensión de su cuerpo. Aún recuerda claramente como el animal chilló del dolor mientras soltaba a la mujer. El príncipe la salvó, pero tuvo un costo.

El Akax'tuktan lo mordió.

—Ao'nung— lo volvió a llamar con suavidad, recibiendo una mirada triste —¿Tanto te cuesta creer que alguien haga algo por ti sin ningún interés de obtener algo a cambio?—

Los ojos ajenos se llenaron de lágrimas, dolidos ante la desesperación de no poder creer en sus palabras, el miedo a repetir la historia lo frenaba abruptamente —Si— admitió con voz quebrada —La verdad es que si—.

 FALSEDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora