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«SENTIR»

—¡Empiezas a agotar mi paciencia Nai'rí!— exclamó Jake entrando a la marui, soltándole el brazo poco después

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—¡Empiezas a agotar mi paciencia Nai'rí!— exclamó Jake entrando a la marui, soltándole el brazo poco después. Su corazón punzó por hacer eso, pero su mente me pedía que la detuviera, no sabía a quien escuchar. Y sin saberlo lastimaba a su cachorra.

Lo'ak, Neteyam, Kiri, Tuk y Neytiri llegaron apresurados poco después. Sus orejas se agacharon cuando vieron lo fúrico que el adulto se encontraba. Esto terminaría muy mal.

—¡Ella es la que me obliga!— dijo frustrada, sobando la parte que los dedos de su padre presionaron al llevársela a rastras; el miedo la llenó cuando sobre su piel pudo distinguir la marca de los dígitos del mayor. Su padre jamás le había echo algo así ¿por qué ahora si?

—La retaste ¿comprendes?— gruñó, dándose un regalo mental de no volver a hacerle eso a ninguno de sus pequeños —¡Y nos avergonzaste frente a todo el clan!—.

—Solo dije la verdad— se defendió segura, apretando los puños.

—Ambos— dijo viendo esta vez a Lo'ak, quien agachó las orejas —No han parado de causar problemas desde que llegaron aquí—.

La mención de su mellizo la hizo enfurecer y apretar los dientes —¡No metas a mi hermano! El problema soy yo, el no tiene nada que ver—.

—No sabes lo qué haces o dices— atacó, con las pupilas contraídas —Podrían expulsarnos de Awa'tlu si sigues desafiando así a la Tsahík, si no logro corregir tus tonterías— informó señalando hacia afuera. Nai'rí pudo ver algo más en sus ojos aparte de enojo. 

Miedo. Su padre estaba asustado.

—Papá, ¡por favor escucha!— rogó, sentía las lágrimas querer acumularse en sus orbes.

—Yo soy tu padre— interrumpió alzando más la voz —Se supone que tú debes escucharme a mi ¡y no lo haces! ¿Cómo me pides que te escuche cuando no eres capaz tan si quiera de obedecerme?—.

—Ma Jake— regañó suavemente Neytiri desde atrás. Su esposo estaba siendo demasiado duro con su hija, cerrado a explicaciones.

Ella gritó exasperada —¡Esto no es justo!—.

Jake soltó una risa sin gracia —¿Cómo dices?—

Ella lo encaró, obligándose a reprimir sus lágrimas —Jamás quieres escuchar, ni a mi, ni a mis hermanos, ¿acaso nos haz preguntado lo que queremos? ¿Como nos sentimos con todo esto? ¡No!— reclamó, lanzándole al de rastas una cubeta de agua helada —Desde que llegamos aquí lo único que haces es decirnos que no causemos problemas, tratas de hacer que agachemos la cabeza, tal y como tú lo
haces— señaló, picándole el pecho con el dedo —Es que ¡Nosotros no tenemos por que hacerlo!—.

La respiración de ambos ya estaba agitada, el ambiente se sentía demasiado tenso, la mirada del padre de familia se dirigió a Neteyam —¿Y tú dónde estabas?— acusó —Se supone que debes cuidar a tus hermanos, en especial a los mellizos—.

 FALSEDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora