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«LA RISA DE UN BEBÉ»

Aquella noche, ambos mellizos habían querido quedarse juntos, ninguno podía dormir, y en cuanto los miembros de su abundante familia se quedaron profundamente inconscientes, tomaron una cobija y salieron a la playa, se sentaron, y compartieron el ...

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Aquella noche, ambos mellizos habían querido quedarse juntos, ninguno podía dormir, y en cuanto los miembros de su abundante familia se quedaron profundamente inconscientes, tomaron una cobija y salieron a la playa, se sentaron, y compartieron el manto para cubrirse del frío.

Miraban la danza del mar con atención, suspiraron y se recargaron uno en el otro, sintiendo sus corazones sincronizados y sus respiraciones acompasadas.

—¿Qué atormenta tu mente, skxáwng?— susurró Nai'rí.

Lo'ak se hizo al desentendido —¿Cómo?—

—Se que algo te pasa, todos los días, desde el alba hasta el eclipse eres el na'vi más desenfrenado, desastroso, imprudente y animado de todo Pandora, y desde hace tiempo ya no haces tan siquiera el intento de escaparte de casa— su voz no sonaba fuerte, tampoco molesta, más bien sonaba interesada —Así que quiero saber qué demonios sucedió, que te arrebató una parte de tu esencia—

No hubo respuesta inmediata, el menor tan solo lo pensó un segundo, hasta que se armó de valor para confesar —Todo lo que te hicieron... ese día, yo lo sentí también— confesó.

Esas pocas palabras bastaron para recordarle a Nai'rí su maldición-bendición que tenían desde el nacimiento. Cómo la vez en que los amigos de Ao'nung abandonaron a Lo'ak a su suerte en el océano, y ella pudo sentir en su pecho como su hermano se ahogaba, o como cuando de niños él sabía cuando ella se había perdido en el bosque porque podía sentir el miedo ajeno en su propio pecho.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y el dolor de ambos se acumuló, se dieron un abrazo y lloraron todavía más de lo que todo ese tiempo lo habían hecho y por todo lo que reprimieron.

Y solo hubieron tres testigos de las lágrimas que el alma repetida derramaba sobre sus dos pieles que la cubrían y materializaban, la luna, las estrellas, y el cachorro mayor de la familia Sully.

Cómo buen hemano mayor que cuidó por tanto tiempo de ese par de huracanes, presintió que ellos hacían falta en su hogar, despertó de golpe y salió sin hacer ruido, recorrió la playa, tomándose el tiempo de respirar y pensar en todo lo que había pasado en los últimos tiempos. Sin saber si sentía demasiado, o de plano ya no sentía nada.

Los vio en la arena, hechos bolita uno contra el otro, suspiró, y suavemente caminó hasta ellos, les quitó la manta de los hombros y la pasó por detrás de su espalda, extendió sus brazos, formando dos amplias y cálidas alas que no tardaron en bajar para volver a cubrir a los dos cachorros friolentos y temerosos que lo miraban con asombro, y a la vez, con agradecimiento.

Neteyam los envolvió, brindándoles esa seguridad que solo la familia podía dar, se acurrucaron y se quedaron en silencio viendo hacia el cielo, pidiéndole a Eywa con toda el alma que los mantuviera de pie. Con el corazón fuerte.

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⏰ Última actualización: Sep 15 ⏰

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