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«NGA' MEUIA»

Ipues resonaban por toda la playa, las antorchas parpadeaban, como si presintieran lo que pronto sucedería

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Ipues resonaban por toda la playa, las antorchas parpadeaban, como si presintieran lo que pronto sucedería. Las mujeres y hombres adultos se acumulaban alrededor de los cuatro adolescentes, quienes estaban de rodillas mirando la arena.

Tonowari caminó hacia ellos junto a Ao'nung, quien tenía en sus manos una daga echa por él mismo con un hueso de ilú. La apretaba fuertemente, pudo sentir el mango de cuero rechinar entre sus dedos. Sus ojos azules estaban inundados en lágrimas que se esforzaba por retener.

El dolor golpeaba su pecho como las olas a las rocas de la orilla, por fin, después de tanto tiempo, detendría a quienes le han dificultado tanto la existencia; y que han provocado en su pueblo un resentimiento injustificado hacia él. Recibió pedradas e insultos que no se merecía, y que hasta el día de hoy marcaban su alma.

Como neblina, podía sentir su vista con una cortina blanca que dividía sus emociones del mundo exterior, a pesar de que de sus ojos caían lágrimas, su cara no reflejaba ninguna emoción, ningún sentimiento. En ese momento de oscuridad y penumbra, Ao'nung era una caracola vacía.

Y era justamente lo que necesitaba, por que no era el momento de apiadarse, era hora de terminar con el círculo vicioso, con la mala costumbre de culpar y perdonar. Ya no quería. Se negaba a seguir siendo la burla, a recibir acusaciones que no deberían dirigirse hacia su persona, de ser la arena que todos pisan a su antojo, de ser el pez que cualquiera puede cazar.

Se convertiría en el monstruo que tanto decían que era. En una enorme ola que arrase con ellos hasta ahogarlos, hasta que se hundan en la eterna oscuridad del fondo del océano y no vuelvan a salir para hacerle daño a alguien más; ya no les tendría miedo, en este mismo instante, estaba entre la espada y la pared.

Su mente le decía "Hazlos pagar".

Pero su corazón tenía otra opinión, rogaba con todo el dolor que podía soportar "No lo hagas, tú no eres un asesino"

Los ipues pararon de sonar. No sabía que hacer, una vez estuvo frente a ellos toda la valentía y determinación que sentía tener se fueron, se esfumaron, y el miedo le atacó por un instante de no poder parar sus movimientos y terminar haciendo más daño del que debería. Se tenía miedo, por que conocía la parte de él que una vez que detonaba, no lo paraban ni siquiera con la fuerza de un guerrero.

—Traidor— bramó Ro'ylan gruñéndole, jaloneándose torpemente al tener las manos y pies atados.

Él tomó aire, aún soltando lágrimas —Cuida tus palabras Ro, puedes morderte la lengua si no las escoges con cuidado— amenazó.

Dirigió la vista a su madre, indicándole que no estaba listo. Ella inclinó la cabeza, e hizo señas con sus manos suavemente.

"Respira, se valiente, Ma'itan. Sa'nu y sempu están aquí para ti"

 FALSEDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora