03

569 49 2
                                    

Agustin tuvo que hacer juegos de malabares entrevistando a siete participantes en una semana. Todos tenían diferentes personalidades; todos habían cometido diferentes delitos. Maxi, y su atención de perro, fue un alivio bienvenido para algunos de los demás. Nacho le recordó a Agustín a su gato. No dio nada de sí mismo, rodeó los puntos principales, consiguió que Agustin siguiera la conversación, y luego justo al final, cuando Agustin estaba a punto de rendirse, sonrió y le dio a Agustin la respuesta que esperaba, sin rodeos, y directo al grano. Al final de su tiempo, fue Agustin quien agradeció a Nacho una y otra vez por cooperar. Nacho sonrió y agachó la cabeza.

—De nada.

Agustín necesitaba a Nacho en el estudio. Ya había sido evaluado por otro psicólogo años antes y tenía una alta calificación en los criterios de Agustin.Las entrevistas funcionaron a través de una lista de verificación de rasgos de personalidad. Cualquiera que obtuviera más de treinta puntos era un participante ideal, y Nacho había recibido las mejores calificaciones en cuarenta años. Era una rareza, un patrón de oro.

Marcos nunca había sido evaluado, pero Agustín predijo que también estaba en línea para el estándar de oro. Él era ideal, otro anotador perfecto, si Agustin pudiera tenerlo bajo control.

Marcos esperó en la oficina, con una sonrisa petulante en su lugar y las piernas abiertas. Agustín entró en la habitación con toda la confianza que pudo reunir y puso sus papeles sobre la mesa.

—La semana pasada, inapropiado.

—Estoy empezando a pensar que esa es tu palabra favorita.

Agustín mantuvo el pulgar y el índice separados un centímetro. —Estoy tan cerca de echarte del estudio.

La sonrisa de suficiencia de Marcos se retrajo, y él parpadeó.

—Dime por qué te quitaste la camiseta y no digas que tenías calor.

—Te diré por qué si me prometes no echarme del estudio.

—Bien.

Marcos suspiró y se dio la vuelta. —Quería una respuesta.

—¿Una respuesta? No hiciste una pregunta.

—No necesitaba preguntarlo con palabras.

Agustín frotó círculos en sus sienes. —No entiendo.

—Quería saber si me encontraste atractivo. Quería saber si eras gay.

—¿Qué?

—Te asusté muchísimo, puedo decirlo, pero quería ver si debajo de eso, complacía tus ojos y tu reacción me dijo más de lo que tus negaciones podrían haberlo hecho. Soy lo que no sabías que querías en un hombre. Musculoso, peludo, caliente.

La boca de Agustín se abrió, y las negaciones que iban desde susurros de incredulidad a gritos furiosos se formaron en su cabeza, pero no dijo nada.

—Estoy aquí para un estudio. Si soy gay, o si te encuentro atractivo, es completamente irrelevante.

—¿No vas a negarlo entonces?

—¿Hay algún sentido?

Marcos sonrió, mostrando sus dientes. —No, no hay. Puedes hacerme las siguientes preguntas ahora...

Agustín se echó hacia atrás sobre sus talones, luego se sentó en su silla. Arregló sus papeles y se aclaró la garganta. —Son más sobre la infancia.

Marcos golpeó su sien. —Maxi ya me ha informado.

—Por supuesto que lo hizo...

—Mascotas, ¿verdad?

PSYCOPATA ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora