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Agustin había esperado que Lucila hubiera olvidado su loca carrera desde la prisión durante el fin de semana, pero ella lo esperó en la puerta del ala, con el rostro serio y los brazos cruzados. Agustín se acercó a ella como un colegial travieso y miró sus zapatos. —¿Mejor? —preguntó ella.

—Sí, debo haber estado enfermándome con algo el viernes.

Ella asintió poco convencida, luego abrió la puerta. —¿Me dirías si Marcos hiciera algo?

—No lo hizo.

—Pero si lo hizo.

—Te lo diría.

Lucila cerró la puerta detrás de ellos, y caminaron por el pasillo uno al lado del otro. —Maxi estaba agitado después de que te fueras.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Estaba preocupado por ti, pensó que algo podría haber sucedido.

—Hablaré con él, lo arreglaré.

—Bueno. Es tu primer participante hoy, ¿verdad?

—Sí, Maxi es el participante número uno.

Cuando Maxi entró en la oficina, se detuvo y miró fijamente. Sus ojos estaban enfocados en la parte superior de la camisa de Agustín, y se aclaró la garganta para llamar su atención.

—Maxi, toma asiento.

Una sonrisa floreció en sus labios, y se apresuró a sentarse y meterse debajo de la mesa. —¿Qué estamos haciendo hoy?

—Algunas pruebas pequeñas. Empezaremos con los cuestionarios.

Agustín le pasó a Maxi la prueba de empatía. La hoja estaba llena de escenarios y declaraciones acerca de cómo se sentiría cada persona involucrada y lo que harían a continuación.

Agustín estudió las reacciones faciales de Maxi cuando leyó cada escenario. No hizo una mueca de disgusto, ni hizo una mueca de preocupación. Sonrió a través de cada pregunta sin importar la naturaleza grotesca.

—Hecho, —anunció con orgullo, deslizando el papel sobre la mesa.

—A continuación, te mostraré algunas fotos y todo lo que tienes que decirme es lo que ves o cómo te hacen sentir. Maxi se movió arriba y abajo en su asiento y asintió. Los símbolos de tinta negra no parecían mucho, pero Maxi los comparó con símbolos de sangre, genitales masculinos, cuchillos y fuego. Agustín anotó sus respuestas con una expresión pasiva.

—Para terminar esta sesión, vamos a jugar un juego de asociación de palabras. Digo una palabra, tú dices la primera que te viene a la cabeza, ¿entiendes?

Maxi se limpió el sudor de la frente y se lo puso en la manga.—Lo tengo.

Agustín: —Tierra.

Maxi: —Cenizas.

Agustin: —Rojo.

Maxi: —Llama.

Agustin: —Castigo.

Maxi: —Dolor.

Agustin: —Llorar.

Maxi: —Risa.

Agustin anotó todas las palabras de Maxi, luego levantó la vista y sonrió.

—¿Lo hice bien?

—Sí, lo hiciste bien. No hay una respuesta incorrecta.

—Oh.

—Hemos terminado por hoy, —dijo Agustin.

Esperaba que Maxi comenzara su mantra de agradecimiento, pero no se levantó y no sonrió. Inclinó la cabeza y miró sus dedos temblorosos.

PSYCOPATA ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora