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No había otra opción. Tenía que eliminar a Marcos del estudio, eliminar a Marcos y reincorporar a Maxi. Maxi, quien había estado deprimido y con medicamentos desde que Agustin lo desterró de sus charlas. Maxi, que había estado encantado de ser el participante número uno, Maxi, que merecía un pequeño pedazo de felicidad.

Marcos entró en la habitación, agitando la parte inferior de su camiseta. —Wow, hace calor aquí.

—Siéntate, —le espetó Agustin.

—Te ves un poco tenso.

—No hay una manera fácil de decirlo, así que solo voy a dejarlo salir. Te voy a sacar del estudio.

Marcos movió la mandíbula y luego estiró el cuello hacia delante.—¿Esto es acerca de la semana pasada?

—No debería haber ocurrido.

—Nadie vio.

—Aun así, tengo que sacarte, para que no vuelva a suceder.

—Me quitas, y les diré a todos que me viste venirme.

—Eso no fue lo que pasó.

Los ojos verdes de Marcos brillaron.—Eso es exactamente lo que fue. Me dejaste terminar, y luego saliste corriendo de la habitación. No te preocupes, me deshice de la evidencia en el suelo. Nuestro secreto está a salvo.

—No puedo tenerte en el estudio.

—Lo harás. De lo contrario, lo diré, y todo tu duro trabajo se desperdiciará.

—¿Tú...tú has planeado eso?

Marcos se encogió de hombros. —Llámalo... seguridad, respaldo, en caso de que intentaras desconectar nuestras charlas como lo hiciste con Maxi.

Agustin entrecerró los ojos. —¿Por qué demonios estás haciendo esto?

Marcos se recostó en su silla y se hizo un gesto a sí mismo. —¿Yo? Tú eres el que está tratando de arruinar esto, no yo.

—Me estás chantajeando para mantenerte en el estudio.

—La cosa sobre el seguro, es que casi nunca se necesita. Me obligaste a hacerlo. Se trata de poder, y lo tengo sobre ti.

—No puedo creer que pensé...

—¿Pensaste qué? ¿Somos amigos? Lo somos, pero intentaste arruinar esa amistad, y no puedo permitirlo.

—Esto es solo un juego, ¿no? Algo para pasar el tiempo.

—¿No es eso lo que la vida es?

Agustín apretó los dientes y miró la mesa.

—Sé que disfrutas de nuestras pequeñas charlas, yo también las disfruto. Lo admito, la semana pasada lo llevé demasiado lejos, pero tenía que estar seguro.

—¿Seguro de qué?

—Que no puedes desconectarnos, y que te excité hasta el punto de que te masturbabas en los baños del personal.

Agustin se tapó las orejas. —Bastardo.

—Mira, me equivoqué, no tú. Continuemos con el estudio, no hay daño.

Agustín respiró hondo y soltó el aliento lentamente.—Nunca vuelvas a mencionar la semana pasada.

—Mientras no me abandones, —dijo Marcos, haciendo todo lo posible por contener su sonrisa y fallando.

—Vamos a hablar sobre por qué estás aquí.

La sonrisa de Marcos cayó. —Bueno.

—Te acusaron del asesinato de Daniela Celis, Tomas Holder y Constanza Romero.

PSYCOPATA ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora