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DIEZ

NINGUNO DE NOSOTROS PUEDE ELEGIRDONDE AMAREMOSSUSAN KAY, PHANTOM

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NINGUNO DE NOSOTROS PUEDE ELEGIR
DONDE AMAREMOS
SUSAN KAY, PHANTOM

SEGUIENDO EL CONSEJO DE ALESSIA, Aspen aprovechó su próximo medio día de trabajo y decidió que ya era hora de volver a visitar a Tonks. Llevaba ya casi dos semanas en Hogsmeade y, como su hermana pequeña no le había contado nada más sobre el incidente de la nariz sangrante, Aspen esperaba poder sacar algo de información y hacerle compañía a su mejor amiga.

Era poco después de la hora de comer cuando terminó de trabajar, y se encontraba en la cocina de los gemelos, acompañada -como de costumbre- por Fred Weasley. Acababan de terminar un pastel de carne más que satisfactorio, después del cual Fred había sacado helado de 'su tienda' para seguir como postre. A Aspen se le había acelerado el corazón, y la forma en que se refería a él le había hecho replantearse si, después de todo, había sido una cita. Había insistido en que a George no le importaría que tardara un poco en volver a la tienda mientras se deleitaban con los sabores favoritos de ella (a pesar de que él había insistido en que le gustaban los sorbetes), pero Aspen no estaba segura y supuso que su hermano lo regañaría cuando volviera al trabajo.

Después, cuando volvió a bajar las escaleras con un aspecto un poco más abatido de lo habitual, Aspen empezó a imaginarse las calles nevadas de Hogsmeade. Hacía mucho tiempo que no iba y la imagen se le nublaba un poco en la mente. Aun así, tenía buenos recuerdos de su estancia allí, cuando compró la mitad de las existencias de Honeydukes en cuanto le permitieron hacer su primer viaje a Hogsmeade, e incluso de cuando persiguió a Tonks hasta la supuestamente encantada Casa de los gritos en su juventud. Agarró la varita con fuerza, cerró los ojos y se preparó para el viaje.

Aunque le pareció mucho más largo -nunca se había acostumbrado del todo a las apariciones-, aterrizó en la calle en cuestión de segundos, con la nieve blanca y helada hasta los tobillos. Temblando por falta de abrigo -se había olvidado de la sensación térmica que solía ser mucho más razonable bajo la cubierta de su túnica-, corrió a toda prisa hasta Las Tres Escobas, esperando a Tonks dentro. Aspen encontró una mesa en un rincón, convenientemente escondida para ocultar sus chismes. El único problema que tenía con reunirse en público era que casi todo el mundo podía estar escuchando y, en el dudoso clima del Mundo de los Magos, cada vez le preocupaba más que la información cayera en malas manos.

No tardó mucho en ver a su amiga y se sentó torpemente en el asiento del otro lado de la mesa. Era Tonks, obviamente, la misma cara a pesar de los sutiles cambios. Los pómulos parecían más prominentes, la cara más estrecha y las bolsas de los ojos cada vez más oscuras. Lo más obvio de todo era que su habitual pelo rosa brillante era un castaño apagado, un color tan soso como la personalidad de la que parecía carecer en estos momentos.

—Hola, Aspen—,dijo mientras se sentaba en el asiento, sin su habitual entusiasmo en el saludo.

—¡Tonks! Hola. ¿Cómo estás?—Preguntó Aspen, con la suficiente simpatía en la voz como para no parecer demasiado condescendiente.

𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐋𝐈𝐊𝐄 𝐇𝐄𝐀𝐕𝐄𝐍 | ᶠʳᵉᵈ ʷᵉᵃˢˡᵉʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora