The Last Hurrah

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Tus últimos dos días se acercaban rápidamente.

Todo lo que quedaba era hoy y mañana hasta la hora de comer, aprovechando todo antes de tener que volver a Nueva York. Temías la idea de tener que sentarte a almorzar sola en lugar de pasear por los cafés y restaurantes europeos con Sebastian. Sin preocupaciones, solo libertad pura.

- Este es mi lugar favorito en toda la ciudad - dijo señalando la biblioteca pública frente a ustedes dos - Pasé la mayor parte de mi tiempo libre aquí cuando era niño, le pedía a mămică que me llevara todo el tiempo.

- Así que es por eso que amas el inglés - bromeaste.

- Mămică solía leerme todo el tiempo, me fascinó tanto que estaba leyendo libros para adultos cuando tenía 12 años.

Los dos miraron alrededor de la biblioteca por un rato, Sebastian pasó sus dedos sobre los libros gastados. De vez en cuando tomaba un libro, hojeaba las páginas y notaba cómo el papel estaba doblado donde había estado leyendo cuando era niño. La biblioteca estaba tranquila y sin uso, el mismo bibliotecario estaba sentado en la recepción, viejo y frágil. Todos los días salía cojeando de su casa al final de la calle, abriendo la biblioteca, con la esperanza de ver algunas caras familiares. Desafortunadamente, debido a la apertura de una biblioteca más grande y más moderna al otro lado de la calle, no recibia a muchas personas.

Una vez que Sebastian terminó de rememorar sus recuerdos, te llevó a tu primera actividad del día.

Cata de vinos.

Debido a que era invierno, no había forma de ir a una bodega adecuada para hacer uno propio, pero Sebastian encontró el lugar perfecto en Trip advisor. Al principio estabas un poco preocupada, no tenías tu identificación falsa, solo la real. Sebastian aseguró que estarías bien, en Europa tenías que tener 18 años para beber, lo que te hizo desear poder vivir aquí de forma permanente. ¿Por qué Estados Unidos tiene que ser tan difícil?, te preguntaste.

- ¿Sueles beber vino? - Preguntó, su alto cuerpo mirándote.

- No voy a mentir... me sabe a medicina para la tos - te reíste al igual que Sebastian.

Los dos se sentaron en la larga mesa de madera rodeados de otras parejas, todos con algún tipo de anillo en el dedo anular. Probablemente comprometidos o recién casado, algo que deseabas tener algún día. Sebastian tomó una copa de vino para ambos y la colocó en la mesa frente a ustedes.

- Creo que es una cuestión de edad - susurró.

- ¿Una qué?.

- Una cuestión de edad... ¿te das cuenta de que todos aquí tienen más de 30 años? Creo que te acostumbras al sabor amargo a medida que envejeces - dijo mientras te daba un beso en la mejilla.

Las primeras dos botellas eran ricas, ácidas y demasiado fuertes para tu gusto. Cada sorbo que tomabas de tu copa tenías que tragarlo a la fuerza, el Borgoña hacía que tu cara se arrugara con su sabor. Ni a ti ni a Sebastian les gustó ninguno hasta que llegó la última botella.

Busuioaca de Bohotin, su color era de un rosa intenso, profundo pero aún pegando un pequeño fragmento de melocotón. Su sabor era magnífico, dejando sus papilas gustativas a flor de piel, una sola botella costaba $20 en efectivo estadounidense, lo cual era asequible para ustedes dos. El rosado dulce tenia un fuerte aroma a pétalos de rosa, albahaca y a frutos del bosque dándole un sabor más dulce que los otros vinos.

- ¿Deberíamos comprar una botella al salir? ¿Para celebrar nuestra última noche en Europa? - Reflexionaste, dándole ojos de cachorro a Sebastian como si no hubiera gastado suficiente dinero.

- Por supuesto, cariño, me sacaste las palabras de la boca.

No tenías mucho dinero para gastar, no tenías trabajo y tus padres te cortaron la mesada. Cuando reservó el viaje, insistió en pagar todo, pero no podías evitar sentirte avergonzada cada vez que te compraba algo, sintiéndote como una carga.

Después de que terminó la sesión, ambos estaban borrachos, el vino corriendo por sus venas. Nunca antes habías visto a Sebastian borracho, así que fue gracioso. La última vez que bebieron juntos fue Halloween, Sebastian se mantuvo sobrio para poder llevarte a casa y de todos modos solo estabas un poco borracha. Recién al mediodía, ustedes dos caminaron por las calles de Bucarest riendo a carcajadas, encontrando divertidas las cosas más estúpidas y bailando cada vez que veían a un músico callejero tocando el acordeón.

Aún mareada por el alcohol, Sebastian decidió llevarte al Jardín Botánico más popular de Rumania. Querías apreciar el paisaje de Bucarest, ya que se le conocía como el 'Pequeño París'. Mientras caminaban por el jardín, las flores prácticamente habían desaparecido por ser invierno, pero los marcos de los árboles bordeaban el laberinto de senderos. El aire era fresco, por lo que las ramas estaban llenas de escarcha y carámbanos que se morían por crecer más y más.

El miércoles fue cuando comenzaron las vibras navideñas, el primero de diciembre entró en la temporada navideña y no podrías estar más emocionada de pasarlo con Sebastian. Lo más probable es que su familia esté deseando estar con él de todos modos, a ellos no les importaba el Día de Acción de Gracias, así que ¿qué cambiaría para Navidad?

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El día había sido largo, te llevó a cenar a la playa. Hacía frío, pero el marisco era increíble. Mencionó que era su lugar favorito para comer en Rumania, aunque no era un restaurante de 5 estrellas y estaba lleno de gente. Después de eso, te llevó a un mini recorrido por todos los lugares a los que solía ir con sus amigos cuando era niño, disfrutaba mucho visitarlos, ya que le traía la nostalgia de su infancia.

- ¿Cómo estuvo tu día, hermosa? - Preguntó mientras se sentaba en las sábanas desordenadas de la habitación de hotel.

Eran alrededor de las 9:00 pm, el efecto del alcohol había desaparecido hace mucho tiempo, dejándolos tanto sobrios como aburridos. Agarró la botella de vino que había comprado antes, abrió la tapa y sirvió a los dos una copa llena.

- ¡Fue increíble, tu ciudad natal es hermosa! - sonreíste sentada en la cama junto a él, comenzando a reírte - ¿más alcohol? No sé si mi hígado pueda sobrevivir a otra copa todavía.

- Esta es la última noche que podemos pasar juntos antes de que la universidad comience de nuevo, usémoslo para lo que lo compré... un brindis por una escapada increíble - te pasó tu copa, luego sostuvo la suya en el aire para chocarla con la tuya.

Tomó tu rostro con su mano libre y pasó su pulgar por tu mejilla, observando cada detalle de tu rostro. No eras la única que no quería irse a casa, deseaba poder quedarse en Europa con su chica también. No queriendo volver a su trabajo cinco días a la semana, viéndote cada par de días y pasando sus fines de semana corrigiendo exámenes de estudiantes a los que ni siquiera les importaba una mierda el tema.

- Te amo T/N T/A - susurró mientras acunaba tu rostro con la palma de su mano.

Yes Sir | PROFESSOR STANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora