XIV

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Murcia, más de cuatro meses después...

Raoul presiona el timbre con fuerza, tantas veces que parece que quiere cargárselo. Es Juan Antonio el que abre, con su mirada brillando desde el momento en que le ve.

—¡Al fin! —exclama, con la vista fija en la bolsa que lleva en la mano. El rubio pasa por su lado sin hacerle mucho caso—. ¿Has comprado Cheetos de queso?

Pone una mueca. Bueno, sabía que se le olvidaba algo. Misterio resuelto.

—No, no he comprado Cheetos.

—¿Por qué no? —El moreno comienza a seguirlo por la casa.

A mano izquierda, en lo que es el salón, Aitana y Miriam juegan a un videojuego prestado por el dueño de la casa. No saludan ni le prestan la menor atención cuando pasa por su lado.

—Porque mi novio se ha esforzado por preparar un montón de comida para picar sana para que podamos pasar un rato todos juntos y no voy a arruinar eso... con Cheetos de queso.

Deja la bolsa sobre la encimera mientras su chico le echa un vistazo, con curiosidad. Agoney lleva un buen rato tras los fogones echándole vistazos mientras avanzaba, pero no tarda ni dos segundos en darse cuenta de la cara de mala hostia que trae.

» Además, se me han olvidado. —Abre el frigorífico para sacar algo para beber, pues lo único que hay en la mesa son cervezas.

El policía le hace un chasquido con la lengua, llamando su atención. Se toquetea los labios hasta que el rubio se acerca para refugiarse en un beso suave.

—Dime que al menos has traído el zumo de naranja que te pedí.

—Eso sí lo he comprado. —Sonríe con satisfacción, señalando la bolsa.

—¿Compras zumo de naranja, pero no Cheetos de queso? —vuelve a insistir Juan Antonio.

—Dame paciencia —implora a su chico, que le acaricia la mejilla antes de dejarlo marchar—. Sí, Juanan, eso es exactamente lo que he hecho. Ya lo siento.

—Te noto un poco mosqueado —comenta Agoney, una vez ha traído la primera ronda de comida a la mesa donde las chicas siguen jugando con su videojuego.

—¿Tanto se nota? —Le roba un par de frutos secos, mordisqueándolos con furia.

—Yo lo he notado, y estoy segura de no haberte mirado desde que has entrado por la puerta —comenta Aitana.

—¡Yo he notado que ella lo ha notado! —Miriam suelta una carcajada con el siguiente sonido que emite la pantalla—. ¡Vamos, he ganado! Chúpate esa, chavala.

—Ha sido cuestión de suerte —farfulla la del flequillo, dejando el mando a un lado—. Cuéntanos, Raoul Vázquez, ¿qué te molesta en este bonito día de otoño?

El rubio no tarda en coger sitio frente a ellas, y su novio apretarle unos hombros que están bastante tensos.

—Todo es culpa de los señores que me dieron los apellidos. —Mastica con fuerza.

—¿Ya se están peleando tus padres otra vez? —pregunta Agoney, sentándose a su lado en el sofá.

Han pasado casi cinco meses desde que su madre volvió a irrumpir en sus vidas. Todo el mundo pensaba que se marcharía en cuanto Raoul ya no tuviera puntos, pero ha acabado sorprendiéndolos (para mal, según a quién preguntes) y se ha quedado de forma indefinida en la habitación de invitados de su casa.

No es que él se queje, porque ella siempre ha sido uno de sus modelos a seguir, y la única que de verdad estuvo durante su infancia, y la que consiguió sacarlo de su adicción en primer lugar. Le debe mucho, pero el problema es que sus padres juntos se convierten en algo para lo que no está preparado. Después de haberlos visto discutir sobre quién puede usar las cremas antiarrugas de Manolo, estaba preparado para lo que sea.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora