V

512 67 120
                                    

—112, ¿en qué puedo ayudarle?

—Una mujer acaba de caer encima de mi coche. No sé... no sé qué hacer, salió de la nada desde arriba.

Kibo pestañea y niega con la cabeza.

—No se mueva, ahora mismo envío a alguien. Dígame la calle.

Mamen es la primera en llegar, junto a sus paramédicos. Mientras Alfred saca la camilla, Nerea se aproxima al coche. El hombre está hablando con su acompañante.

—¿Sigue viva? Necesito saber si sigue viva —pregunta el señor.

—Déjenos trabajar. Ahora vendrá otra ambulancia para encargarse de usted, pero necesitamos espacio.

Sube al techo del vehículo, mientras Mamen le va dando instrucciones.

—Tiene pulso, Mamen. —Nerea se gira.

—Métele un miligramo de morfina. La caída ha sido importante.

Antes de que pueda clavar la aguja, la chica toma una gran bocanada de aire. No se puede incorporar, pero intenta balbucear.

—Hola, me llamo Mamen y estoy aquí para ayudar. ¿Puedes decirme tu nombre?

Los labios de la joven se entreabren. Finalmente, acaba intentando señalar con su dedo. Nerea administra la morfina, pero tardará un poco en hacer efecto.

—Mó..., mó...

—¿Mónica? Está bien, tranquila, te llamaré así. —La chica sigue señalando hacia arriba, hacia el edificio del que ha volado—. ¿Puedes mover las piernas? O al menos los dedos de los pies.

Hace un gesto de asentimiento, antes de mover sus pies.

—Muy bien, eso es muy bueno, significa que no está todo tan mal. —Le dedica su mejor sonrisa tranquilizadora—. Ahí viene la policía, les diré que ahora no podemos hablar con ellos, ahora tenemos que sacarte de aquí. Te pondremos un collarín, ¿bien?

Se gira. No solo está la policía, sino su equipo de bomberos.

—¿Qué tenemos? —Manolo llega caminando a grandes zancadas, con el casco bajo el brazo.

—A buenas horas llegáis. Necesito ayuda para bajarla, está viva y estable, pero mucho me temo que su columna vertebral ha sufrido algún daño.

El capitán llama a su hijo para ayudarlo con la camilla. Entre ellos y Alfred consiguen subirla a ella sin modificar su postura. Mientras, la chica no cesa en su empeño de señalar al edificio.

—Mi... mó... —Toda la movilidad que se le ha quedado perdida en la caída, la mantiene en la gesticulación facial.

—Que sí, que te llamas Mónica, lo pillo.

Pero ella parece frustrada. Miriam sigue con la vista la dirección que señala.

—¿Sabemos cómo ha pasado?

—Solo que ha caído en el coche de ese señor que estaba conduciendo.

Se le escapa la vista hacia Agoney, que se dirige al edificio y se pone a hablar con un hombre que salía en ese momento. Sin pensarlo dos veces, la gallega lo sigue.

—Sí, claro que sé quién es —llega para escuchar—. Es Vega Reyes, vive en el 6ºB. Una influencer un poco molesta, si me preguntan, pero era simpática con todo el mundo.

—Entonces no se llama Mónica. —Agoney se sobresalta—. Eso significa que intentaba decirnos algo más. Quizá una chica llamada así la haya intentado matar.

El policía se muerde sus palabras antes de preguntar:

—¿Hay alguna posibilidad de que pueda subir?

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora