XXIV

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—¿Qué mierdas haces aquí?

Se han alejado del resto, dejando que Manolo entretenga a Agoney mientras tanto. Solo espera que no se lo tome muy mal. Él... no sabe ni cómo se siente. Le duele todo, los recuerdos, tenerlo frente a él, que se haga el ofendido...

—Lo he dejado con mi chico y pensé que podría volver a estar en tu vida. Ya sabes que mi trabajo se puede hacer desde casa, puedo estar en cualquier parte de España o del extranjero. No me importa mudarme a Murcia si estás bien aquí.

Se lame los labios, contando hasta diez antes de estallar. Su novio estaría orgulloso de él.

—A ver si me aclaro —consigue pronunciar con falsa calma—: el tío por el que me dejaste ha roto contigo y vuelves arrastrándote porque no te queda nadie.

—Oye, lo de arrastrándome es demasiado, ¿no crees? No me creo que me trates con esa frialdad, tenemos una historia, yo te traté lo mejor que pude. No rompí contigo tratándote como el culo.

—No, tienes razón, solo dijiste que estabas enamorado de otro —le recuerda, entre dientes—. Mira, ha pasado el tiempo, tengo mi vida hecha y tú no entras en ningún hueco de ella.

—Ya he visto que has rehecho tu vida muy rápido —masculla. La vista se le va al moreno, que toma sorbitos de cerveza con la cabeza gacha—. Es mono, pero no es tu tipo.

A Raoul solo le sale reír.

—Tú ya no sabes cuál es mi tipo, pero te daré una pista: es una persona que me cuida y que me hace sentir bien.

Álex chasquea la lengua.

—Has cambiado.

—Solo estoy más tranquilo conmigo mismo. Tuvieron que sacarme de Madrid después de...

—Sí, me enteré de la sobredosis. —No le deja acabar, pero la pronuncia él. Por algún motivo, suena más sucio en su boca—. Siento no haber dicho nada, no sabía con qué cara plantarme allí después de ser el culpable.

El rubio hace amago de hablar, pero la puerta del restaurante se abre y Gloria y Benito hacen su aparición.

—¡Raoul, cariño! —Su suegra se lanza a besar sus mejillas.

—Gloria, estás especialmente guapa esta noche. —Le guiña un ojo—. Así merece la pena la espera.

—Qué zalamero eres. —Le da un golpe en el brazo—. Ay, voy a saludar a mi hijo. Ahora quiero conocer a tu madre, que no me olvido.

Asiente, complacido, y se vuelve justo para saludar a Benito con un leve apretón de manos. Tras un asentimiento de confirmación, se alejan para saludar al resto de la familia. Susana saca al bebé y ya consiguen toda la atención.

—Como puedes ver, me pillas en una reunión importante, de familia. —Le da énfasis a la última palabra con intención—. Te agradecería que te marcharas.

—Puede que ahora sí, por no joderles la fiesta, pero quiero que hablemos. Me encantaría recuperarte.

—Ya hemos hablado, has dejado claras tus intenciones, así que aquí van las mías: tengo una relación estable con un chico al que amo. Tú casi me jodes la vida, por mucho que no me empujaras a tomarme esos opioides. No quiero verte, ni que aparezcas de nuevo por mi vida.

Álex aprieta los labios, antes de asentir. Da un par de pasos vacilantes hacia atrás, sin dejar de observar al moreno que acerca al bebé hacia sus padres, para que puedan cogerlo.

—Sí que nos volveremos a ver —promete—. Tú y yo estábamos destinados, ¿recuerdas?

Lo ve marcharse con el estómago revolviéndose cada vez más.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora