—¿En qué cojones estabas pensando?
Raoul se encoge en sí mismo. Se abraza a las piernas que ya tiene pegadas al pecho y mira la ciudad desde el mirador que hay a solo unos metros de su edificio.
Tras una semana en observación en el hospital y más o menos 500 broncas por parte de ambos padres, al final ha salido y es libre... en parte.
Traga saliva, pero el nudo que lleva en su garganta desde que pasó no desaparece. Van a tener que acostumbrarse el uno al otro, porque no se irá rápido. Ni siquiera está hablando más de lo estrictamente necesario, menos para contestar esa pregunta.
—Alex está enamorado de otro —confiesa, sin dejar de contemplar la ciudad, como si fuera lo más interesante alrededor.
Manolo lo mira con la mandíbula apretada y se sienta a su lado en el banco.
—Lo siento, ¿qué...?
—No sé. Llevan un tiempo viéndose, iba a dejarme esta noche —escupe con una risa irónica—. Solo que podría haberme interrumpido antes de que hiciera el mayor ridículo de mi vida.
—Oh, vamos, no es el mayor ridículo de tu vida, peor sería casarte y que salga como el culo. —Tiene un escalofrío—. Así que... un año de sobriedad a la basura porque te han dejado por otro.
Raoul masca su propia saliva, cualquier cosa es preferible a responder a esa pregunta.
—Más de un año, en realidad. —Sus dedos se mueven con gestos rápidos sobre su muslo.
Sí, para eso no debería haber abierto la boca. No se sorprende de sí mismo, de todas maneras.
—Y, a todo esto, ¿de dónde has sacado los opiáceos?
—Vivo en Entrevías, papá, solo tengo que tirar una piedra y me salen cuatro camellos. —La mirada de Manolo no augura nada bueno, así que se explica—: No es que lo haya probado hasta ahora, lo prometo.
—Te creo, pero ahora mismo no confío en ti. —Raoul va a abrir la boca para protestar, pero él aún no ha terminado—. A partir de ahora estás a mi cargo, y me da igual que te creas muy adulto, no pienso dejarte solo mientras pasas por la abstinencia. —Señala el movimiento de dedos, que con facilidad podría pasar por nerviosismo.
—No quiero volver a vivir en tu casa —protesta, aunque lo vea inútil.
—No solo eso. —Da tiempo a Raoul a que quiera mirarlo con preguntas en los ojos—. Nos vamos a Murcia.
Parpadea, como si no hubiera entendido bien y estuviera procesando.
—¿Perdona? ¿A Murcia? ¿Ahora fingimos que existe o algo? —Ante la mirada de "ahora no", suspira—. Soy mayor de edad, no puedes obligarme.
—Raoul —advierte con un tono que no da pie a discusiones—, te encontré en el suelo con una sobredosis, casi la palmas, o sea que te vienes a donde a mí me dé la gana. Ya tengo visto un buen psicólogo, que a su vez me ha recomendado un grupo de apoyo. Irás una vez por semana ahí, y el día antes de cada semana, test antidrogas. No es negociable. —Le roza el pecho con un dedo con cada una de las últimas tres palabras.
El rubio arrastra los dientes unos sobre otros, meneando con la cabeza. Se enfadaría y patalearía, pero su padre y él son familia, y eso implica ser cabezotas. No habrá manera de convencerlo.
—Pero ¿por qué ahí? ¿No hay manera de que me quede con mamá en Madrid?
—Te fuiste de casa justo cuando se mudó con su novio, ahora no te hagas el que te interesa... Además, si trabajamos y vivimos juntos, nos evitamos problemillas.
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En el improbable caso de una emergencia-RAGONEY
FanficTras una situación límite, Manolo, un sofisticado bombero de Madrid, decide llevarse a su hijo a Murcia, donde una tragedia ha sacudido una estación de bomberos. Allí, Raoul deberá lidiar con sus demonios internos, a la vez que encontrar equilibrio...