Celebremos que hoy han pasado cosas muy chulas, disfrutad el cap <3
—Vale, muy bien.
Ricky alza una ceja y espera el tiempo suficiente para que rectifique y diga algo más. Lo que sea, pero que hable.
—¿Y ya está? ¿No me tienes que decir nada más? El otro día...
—Fui mucho más duro —lo interrumpe, con un gesto de mano—. No tengo problemas en que vuelvas, especialmente sabiendo que quieres ir a terapia. Pero necesitaré algo más que tus palabras.
—¿Qué quieres? Mi marido te lo conseguirá, solo quiere que me mueva de nuevo.
—No debería conseguirlo tu marido, sino tú. —Lo señala—. Quiero un parte con todas las sesiones que vayas haciendo, firmado por tu psicólogo. Quiero ver tu progreso.
—¿Ver mi cara de mala hostia por tener que hacer esta mierda no es suficiente?
—Voy a hacer como que no lo he oído, prefiero quedarme con que quieres trabajar en ello. Mientras tengas voluntad de mejorar y el psicólogo me lo exprese por escrito, trabajarás con nosotros. ¿Te quedas hoy?
No puede ocultar su sorpresa.
—¿Hoy?
—Sí, claro. Los chicos deberían ir llegando ya, tenemos turno de veinticuatro horas. —Le da una palmada en la espalda—. Eres libre de irte y aparecer en el próximo turno, pero sería interesante empezar a verte en el campo.
—No, me quedaré. —Menea la cabeza—. He mentido antes, no es mi marido, soy yo el que se muere por volver a trabajar de lo mío.
Manolo asiente, con una sonrisilla.
—Me gusta tu actitud. Vamos, que tienes que ir conociéndolos.
Desde el altillo de la estación, pueden ver a Raoul aparecer corriendo para llegar a su turno. Lo saludan desde arriba, antes de bajar a reunirse con el equipo.
Apenas unas horas después...
—112, ¿en qué puedo ayudarle?
—Creo que está pasando algo con el gas en mi edificio. Todo huele jodidamente mal. Envíen a alguien, por Dios.
En menos de una hora, han acordonado la zona. Muchos curiosos se arremolinan a su alrededor, mientras los bomberos terminan de ponerse los equipos.
—Eh... —Aitana mira la maquinilla con la que comprueban los niveles de distintos gases—. Esto podría estallar en cualquier momento, es más sensato alejarnos y esperar a apagar el incendio después.
Manolo asiente, bastante de acuerdo, mientras busca a Ricky con la mirada. Este le dedica una sonrisa débil, haciéndole ver que está bien, que la amenaza de explosión no le afecta. Solo aparta la vista cuando ve a lo lejos a Agoney, que se acerca con mirada preocupada.
—¡Agente Hernández! —Lo llama. Raoul se gira de golpe—. Dime que está todo despejado.
—Ojalá pudiera decírselo, señor. Mis compañeros y yo hemos ido puerta a puerta desalojando.
—¿Y entonces?
—Es el portero... —Mira atrás.
Los guía al interior del edificio. En la planta baja, junto a la portería, hay una puerta que da al único apartamento de esa planta.
Agoney vuelve a llamar, dejando caer sus brazos con pesadez. Aitana continúa mirando la máquina, mucho más preocupada que el hombre de unos setenta años que abre en bata y zapatillas de andar por casa.
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En el improbable caso de una emergencia-RAGONEY
Hayran KurguTras una situación límite, Manolo, un sofisticado bombero de Madrid, decide llevarse a su hijo a Murcia, donde una tragedia ha sacudido una estación de bomberos. Allí, Raoul deberá lidiar con sus demonios internos, a la vez que encontrar equilibrio...