Epílogo

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Esto fue escrito mucho antes de que saliera la boda de la temporada 4 de lone star, por eso (y porque me tocó mucho el coño el drama innecesario) es casi completamente opuesta a ella, aunque hay un par de detallitos que he añadido con posterioridad. (leed luego agradecimientos)

Tres semanas después del capítulo anterior...

Lo que al principio iba a ser una maratón, una carrera de fondo; ha acabado convirtiéndose en una carrera donde los dos se apresuran por terminar de establecer todos los detalles antes de que llegue la fecha prevista. Sí, eso quiere decir que se lo tomaron con mucha tranquilidad durante los primeros ocho meses, en los que apenas decidieron que comienzos de primavera era una fecha ideal para casarse.

Empezaron a centrarse tras la intervención de Manolo, pero eso fue hace solo cuatro meses. Y ahora llegan las prisas, el estrés, y tener que tomarse días libres para visitar el lugar donde celebrarán la boda y la comida, probar el menú, y las mil cosas que resulta que implican una boda.

Si Raoul llega a saber en qué tipo de persona se iba a convertir su prometido, le habría dicho de escaparse a Las Vegas un fin de semana en el que ninguno trabajara.

El moreno, una vez el susto de estar en diciembre y tener que organizar una boda para marzo, se puso las pilas. Cogió muchísimas horas de trabajo durante la Navidad para poder tener libre cada día que su novio no tuviera turno de paramédico en los primeros meses del año.

En estos meses, Agoney se ha convertido en un esclavo de las invitaciones de boda, los menús, los globos y las flores. Y a él lo está volviendo un poco loco, aunque supone que es su venganza personal por pedirle matrimonio en plena madrugada.

Lo único bueno es que Raoul también tiene voz en todo lo referente a la boda, lo que no implica que no sea una locura.

A un día de la boda, Ricky se ofrece a acercarse a ayudar en el recinto en el que han organizado todo. Raoul le ha advertido media docena de veces de cómo está su prometido, pero el bombero tiene ganas de riesgo, o eso opina él, porque no le ha hecho ni caso. Agoney, en cambio, ha aceptado de buen agrado la ayuda que, según él, su prometido no le da.

Para la boda han escogido algo bastante natural, en una propiedad privada que solía ser un invernadero de los antiguos y bonitos. Eso significa que tienen una estructura de cristal preciosa que, una vez limpia y trabajada, servirá para ofrecer la ceremonia, para después pasar fuera, donde estarán las mesas y el escenario para la banda que han contratado.

El mayor disgusto se lo llevó Gloria al darse cuenta de que no podrían casarse por la iglesia. Agoney había conseguido convencerla de que la idea que tenían era mucho mejor, que el invernadero por dentro haría las veces de iglesia y que, de todas maneras, su novio no era muy religioso. Él sí que lo es, pero nunca le ha importado en temas de bodas o celebraciones especiales. Al final, se quedó tranquila y pudieron seguir con los preparativos sin que le diera un disgusto cada vez que mencionaban el invernadero.

Una vez allí, los tres se han puesto manos a la obra junto al resto de trabajadores. Su idea es tener las mesas colocadas, pero dejar un pasillo para que la gente entre al invernadero para la ceremonia. Mientras Agoney se encarga de todo eso, los deja a cargo de las sillas interiores. Se han tomado su tiempo para decorarlas con florecillas, así que, aunque en principio podrían parecer algo cutres, al final parecen campestres, pero con estilo.

—¿Lleva siempre este nivel de intensidad? —pregunta el bombero cuando se quedan a solas y comienzan a poner las sillas en filas.

Tienen cada uno un mapa con el sitio que debe ocupar cada uno de los ciento veinte invitados, pero eso no les sirve de mucho mientras las sillas no tengan carteles. El rubio asiente, distraído con el mapa.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora