CAPITULO 12.

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Ciudad de Oregón, Estados Unidos, 1838.

Alice Müller.

¿Qué horas debían de ser? No tengo ni la más mínima idea o razón del tiempo desde que esos horribles sueños me han estado torturando, pero lo que me parece aun más raro es que se detuvieron, hace como dos días en medio de la noche.

—Bienvenida a la comida —habló Naelea mientras ponía la mesa para ambas— Gracias por querer salir de cama hoy, esto se siente muy solo sin Caleb.

—¿Cuándo vuelve?

—Dentro de un mes.

—¿Noticias desde Prusia?

—Ninguna.

Creo que notó mi rostro decepcionado. Ayer me contó que hace un mes le envió una carta a Klaus narrándole mi situación y pidiéndole que se presentara aquí, yo me enojé con ella por varios días, pero en el fondo albergaba la esperanza de que él si viniera a verme. Obviamente no lo hizo.

—No te decepciones. Sabes que está de servició en muchos lugares diferentes, lo más seguro es que ni siquiera le ha dado tiempo de leerla.

—O quizá nunca llegó.

Nos sentamos a comer en un silencio perturbador, desde que caí en cama con esos sueños extraños, ella y Caleb han trabajado el doble para mantener la casa a flote, en este lugar las personas cuestionan mucho y les gusta demasiado saber de la vida de los demás.

Por ejemplo, está la señora Margaret, viene casi todos los días a la misma hora a preguntar por mí, ¿Qué cómo he seguid? ¿Qué si necesitamos algo? Le hace ojitos a Caleb y repugna a Naelea, pregunta que si me enfermedad mental es peligrosa, porque "viven niños al lado de nuestra casa" ¿Que porque tratamos a la sirvienta como familia y no como sirvienta? La señora es toda una joyita.

—¿Crees que venga hoy?

—Te ha visto cuando saliste a tomar el sol, creo que si vendrá.

—¿Nunca nos presentamos en persona, verdad?

—No, ella llegó luego de que nos mudamos y de que tu cayeras en cama.

—La odio.

—Debo concordar contigo en eso.

Nos sentamos en el patio trasero a tomar algo de té y la puerta principal sonó con su estruendoso golpe de la perilla para anunciar que alguien llamaba.

—Yo iré.

El patio lucia de un verde tan hermoso que lastimaba mis ojos, es raro, pero el verde de este país y el de Prusia es muy diferente. El de aquí es vibrante, es molesto, el de allá es oscuro, es más de la misma personalidad que sus habitantes.

—Perdonen mi intromisión, pero como hoy le he visto salir al frente a tomar el sol supuse se encontraba mucho mejor y he anhelado conocerles desde hace mucho, usted es la señora Ryder.

—Aun conservo mi apellido de soltera, no estoy casada —dije en tono seco— Mi nombre es Alice Müller.

—Müller, ese es un apellido muy peculiar.

—Prusiano —dije y sus ojos se abrieron un poco. Algo que noté de los americanos es que le tiene pavor a Prusia— Siéntese.

—Oh, no, solo he venido a traerle esta tarta y presentarme. Soy Margaret Reich, su vecina de la izquierda.

—Un gusto Margaret, le he escuchado venir desde los últimos meses, disculpe no haberme presentado antes. Estuve enferma.

—Algo he escuchado. Señora... señorita Müller, ya debo irme, he de esperar a mi hijo que viene de la escuela, luce usted muy joven, ¿Tienen hijos?

Midnight Silhouettes © ||✔|| #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora