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LA CHICA.

Desde su muerte no he hecho más que caer en la locura total.

Soy consciente de que Naelea hace todo lo que puede para ayudarme a sobrellevar todo esto, pero no siento ser lo suficientemente fuerte como para aceptar el hecho de que Klaus ha fallecido. Mi Klaus ha fallecido.

La carta llegó hace unos días, desde entonces me confiné a mi habitación y me he negado a comer un bocado de comida desde entonces.

—Por favor, Alice —Naelea suplicaba mientras sostenía el plato de comida frente a mi cama— Necesito que comas algo, has estado así la última semana completa.

—No tengo hambre.

—No aceptaré ninguna excusa hoy.

—Si me obligas, te golpeo, Naelea y lo digo en serio.

—Sé que lo dices en serio —se acomodó en la esquina de la cama— Por lo que la dejaré aquí y tu decidirás si en esta ocasión te mueres de hambre o yo te asesino con el próximo té que me pidas.

Se marchó enojada dejando el plato encima de mi cama, lo más rápido que pude tiré la comida por la ventana y pude captar la mirada de la vecina de al lado, ella siempre se encontraba curioseando de mi lado de la valla y eso me enojaba un poco.

—Buen día, señora.

—Bu…Buen día, señorita.

Volví a cerrar la ventana y a confinarme a mi pequeño espacio en el cual me convencía a mi misma de que la carta enviada por Katherine nunca había llegado a mis manos y podía tenerlo conmigo.

—¿Lo escuchan? —pregunté a las sombras que rodeaban mi habitación— Esa es nuestra canción.

Una melodía a piano se reproducía por todo el lugar haciéndome sentir débil y adolorida físicamente, cuando es lo emocional que se encuentra dañado.

—Yo escribí esa canción para él.

Me salí de cama para apreciar un poco mejor los tonos melodiosos de una canción que solo se reproducía en mi cabeza. Podía sentir su cuerpo cerca del mío, como emitía un calor fantasmal la memoria del chico que estaba rotundamente prohibido para mi.

—Baila conmigo —su voz se escuchó totalmente clara en el fondo de mi cabeza, como si lo tuviese a mi espalda susurrándome al oído— Has como que nunca me has perdido, y en serio jamás me perderás, mi amada Alice.