CAPITULO 2.

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Las semanas continuas fueron un gran dolor de cabeza. Todos en el pueblo se habían enterado de que de manera "milagrosa" había sobrevivido a morir ahogada en el rio.

La única persona que nunca creyó que fuese un milagro era Klaus.

Los señores Morgan me obligaron a tomar un tipo de descanso y no tenía nada que hacer más que quedarme en el balcón de la habitación todo el día, de esa manera algunos momentos podía captar la mirada llena de dudas de Klaus. Ni siquiera ha vuelto a dirigirme la palabra desde entonces.

—No lo culpes, todavía está algo asustado —la voz de Anaelise me sorprendió— Todos seguimos asustados.

—Lo siento.

—Oh, no, cariño —me abrazó con cariño— Tu has sufrido la peor parte, pero es que todavía no logramos entender... ¿Cómo sigues con vida?

—Ni siquiera lo sé —mis ojos se pusieron llorosos— Solo recuerdo que intenté ayudar a Lucia y no sé qué pasó conmigo.

—Le salvaste la vida a la niña —sonrió— Y tu sigues viva, eso es lo que importa, sin darle mente a lo que digan los demás.

—¿Los demás? —pregunté y ella apartó la mirada— ¿Qué dicen?

—No te preocupes por eso ahora, Alice.

—Por favor —dije casi en un susurro— ¿Qué dicen de mí?

—Son estupideces paganas, no tiene que estresarte eso.

—Pero lo hace —respondí incomoda— Anaelise, ¿Qué están comentando sobre mí?

—Dicen que eres un demonio o algo así.

—¿Qué?

—Lo dicen porque suponen que debías estar muerta, que sobreviviste porque eres algún tipo de demonio inmortal.

—Eso es ridículo —murmuré dándole mente a la idea.

—Claro que lo es, por eso prefiero que hagas caso omiso a todo lo que escuches por el pueblo. Son personas demasiado creyentes a cosas sumamente imposibles.

—Creo que será mejor que me aísle por un tiempo.

—Llevas casi tres semanas interna en esta habitación, Alice. Se que eres alguien sumamente fuerte, por lo que puedes enfrentarlos. Tu puedes contra ellos.

—Veo que usted tiene más fe en mi que yo misma —sonreí con pena— Gracias.

Ella asintió de manera leve antes de salir de la habitación. Durante la cena por fin me animé a pedirles que me dejaran volver a trabajar, Katherine me ayudó a convencerles y la noche terminó para todos cuando al fin cedieron y en tres días estaré de vuelta en la sastrería.

La noche era fría y la lluvia a pesar de ser ligera me ahuyentaba el sueño. Los relámpagos alumbraban el bosque que cruzaba la calle, podía ver siluetas en ella, pero no me asustaba si de todos modos yo pertenecía a ellas desde hace cinco años.

—Alice —un susurro me sacó de mis pensamientos— ¿Puedo entrar?

Era Klaus.

—Claro —me até el blusón de dormir y él apareció por la puerta con una pequeña vela en mano— Sabía que estarías despierta, ¿Estás bien?

Yo asentí con poco animo y él se puso de pie a mi lado.

—Lo siento, ¿sí?

—¿Sientes qué?

—El alejarme de ti, eres la única amiga que he tenido desde que tenía siete años y me asuste —su tono de voz era ligero— Es que sé que estabas muerta, Alice —sostuvo mi mano— No respirabas, no tenías pulso, ni siquiera tu piel parecía la de alguien vivo, estabas azul.

Midnight Silhouettes © ||✔|| #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora