CAPITULO 21.

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Me desperté en mi habitación arropada con mis sabanas favoritas. No llevaba la misma ropa que ayer, sino un vestido floreado, mi pelo estaba suelto y sin nudos y la luz que albergaba mi habitación por las ventanas abiertas por un momento me brindó la sensación de haber muerto.

—Por fin despiertas —comentó Naelea mientras se acercaba a la cama— Gracias por poner somníferos en el jugo de ayer —su cara era de puro reproche— Eso fue muy inteligente de tu parte.

—Gracias, supongo —respondí acomodándome— ¿Qué pasó?

—¿Te recuerdo que estuve durmiendo toda la jodida noche gracias a ti?

—Es en serio, Naelea, ¿Quién me trajo a casa?

Su rostro perdió color por un segundo.

—Naelea...

—Mira, necesito que te recompongas antes de que él llegue.

—¿Antes de que quién llegue? Naelea, me estás poniendo nerviosa.

—No quiero decirlo yo. Esperémoslo.

Durante casi media hora se negó a mirarme a los ojos o responder a cualquier pregunta que yo hiciera, solo estaba asustada y yo no sabía el por qué. Aproveché el poco tiempo para darme un baño y lavar la sangre de mi pelo, me vestí con mis usuales jeans y una camisa grande.

La puerta empezó a abrirse con cuidado y yo me puse de pie en forma de lucha, podía esperar cualquier cosa menos lo que venía a continuación.

Su cuerpo se veía trabajado, el pelo largo como siempre recogido en una coleta y esos hermosos ojos verdes que siempre me decían cosas sin necesidad de soltar una palabra. Lo vi en todas sus versiones y no a apremiar a lo que mis ojos observaban.

—Esto es mentira —caí sobre mis rodillas— No eres él —lo señalé con furia— ¡Tú no eres él!

—Alice...

—No me hagas esto —me derrumbé en lágrimas— No juegues así conmigo.

Él se arrodilló delante de mi y yo gateé lejos de su cercanía.

—Alice, por favor necesitas escucharme.

—No lo haré. Esto es una ilusión, estoy muerta. Sé que estoy muerta.

—No lo estás —habló Naelea— No sé si es él mismo del que me has hablado tantas veces, pero te juro que es igual a ese dibujo que siempre cargas contigo.

—Hermosa Alice —se acercó más y tomó mi mano— Soy yo.

Negué activamente con la cabeza soltando su manos.

—Sé que te cuesta un poco y se lo mucho que sufriste cuando me dieron por muerto, pero estoy aquí. Nunca me fui.

—Es mentira —me tapé los oídos como si fuese una niña pequeña— Esto es mentira. Por fin han logrado asesinarme, esto no está pasando —lo miré con los ojos llenos de lágrimas— ¡Tú estás muerto! Moriste en un accidente. Murió Lucia también, murieron ambos. Tú... tú...

—Yo me ahogué, Alice —volvió a tomar mi mano— Me ahogué cuando esas sombras me acorralaron al borde de un acantilado. Y si tengo que adivinar fue en el mismo que tú moriste.

—Me estás mintiendo —susurré aunque en el fondo sabía las probabilidades y su historia sonaba convincente— Tú no eres mi Klaus.

—Lo soy —tomó mi mano y se la colocó en el pecho— Sé que puedes sentirlo y escucharlo. Sé también que recuerdas como suena.

—No eres él —mascullé y a cada segundo que pasaba sentía como me mentía a mí misma— Klaus...

—¿Sí?

Midnight Silhouettes © ||✔|| #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora