Ahogado.

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"Te veo increíblemente entusiasmado, ¿paso algo positivo en tu vida?"

No, no realmente.

"¿Estas seguro? No te había visto así en años, es como sí hubiera un niño en tus ojos. Es adorable."

─ Jajaja, no creo estar actuando de forma infantil, mamá. Para nada..

El poseedor de la melena castaña que ahora estaba atada en una pequeña coleta le sonrío al viejo marco que descansaba sobre una de las estanterias adornadas de decoraciones acompañado de figuras de ángeles. Si bien era conciente de que aún estaba en duelo, era imposible cuando tenía el recordatorio de lo que alguna vez existió. De la persona que una vez lo despreció y lo amo a su manera.

Y aunque no fue la mejor, solo eso aliviaba su día a día. Un reconfortante bálsamo para las heridas que aún cicatrizaban.

Bueno.. Eso era antes, ahora tenía a Quackity. Sabía que si algún día se esforzaba, iba a poder poseerlo. Iba a poder admirar esas alas con deleite. Y eso era una nueva meta en su vida que no planeaba abandonar tan fácilmente por el capricho de otras personas que se les ocurría por joder su vida. Mordió su labio inferior, frustrado con los recuerdos agríos tanto como con el osezno y el chico en silla de ruedas, pensamientos que fueron sellados en un adíos cuando su reloj de mano emitio un pitido. Era hora de irse para el más alto.

─ Adiós mamá. Vuelvo a las 9.

Y la habitación volvió a sumirse en oscuridad, dejando que el viejo marco con el cual mantuvo una agradable conversación se uniera a esta también.

Luzu era conciente de que su mamá ya no estaba en este mundo. Pero para él, nunca lo había dejado del todo en paz.

"Espero algún día poder presentarte a Quacks."

Pensó con cierta ternura, la simple escena en su cabeza hizo arder su corazón. Imaginó a su madre enseñandole algunas recetas a Quackity para cuando llegara del trabajo, ellos cenarían juntos, pensó en lo diferente que sería su día a día si tan solo ellos dos se conocieran. Sus mejillas se enrojecieron aunque al principio no quisó reconocerlo.

Luzu jamás se había enamorado de alguna chica o chico en especial. Estaba demasiado ocupado en su adolescencia y el incidente con su madre solo lo terminó por aislar más de cualquiera que intentase acercarse con otras intenciones.

"Son todas furcias."

No era como si no supiera que cada persona solo se le acercaba por lástima u morbo hacia su persona. Alguna de las dos siempre era. Y debido a su aislamiento continuo de la sociedad, había aprendido a actuar cuando estaba solo, a saciar su apetito sexual el cual, luego de mucho tiempo era incontrolable. Pero sobre todo, sabía muy bien como jugar con el maso adecuado de cartas.

Sabía que al final, sus esfuerzos darían fruto. Pues siempre lo hacen.

Solo tenía que hacer que el ratón cayera en la trampa.

Llegó a su oficina con la conciencia tranquila, la sala de espera estaba llena, pero eso no lo estresó ni nada por el estilo. Algo lo traía de buen humor.

Tomó el pequeño comunicador que yacía en el escritorio. ─ Hola Frank. Necesito solo 15 minutos, no me asignes a nadie aún.

Tardó solo unos microsegundos en recibir un: "Entendido" de parte de su complíce antes de revisar los cajones de su escritorio, buscando con la mirada algo pequeño.

Pero no estaba.

La pluma que le servía para mantenerse paciente. Recordaba haberla puesto en ese exacto lugar.. entonces..

Amoeba. | luckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora