Trabajo es Trabajo

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3.
A la mañana siguiente Henry se vestía para ir a una entrevista de trabajo. La universidad no funcionó (ya sabía que así sería), por lo que mandó currículum a algunas empresas para tener algo qué hacer en caso de quedarse sin futuro… y porque era pobre como una rata.
La mayoría de sitios a los que mandó su hoja de vida jamás lo llamó. Quizás porque su experiencia laboral previa se resumía en un verano que intentó ser mesero y fue raudamente despedido por tropezar y romper demasiados platos… en más de una ocasión… en la misma semana.

Cierta vez intentó trabajar limpiando vidrios en la calle. Pero luego tuvo una insolación y las personas se quejaron de que el jabón que usaba estaba manchando sus vidrios de sus autos. Eso, sumado a una persecución policial y a que el gobierno local prohibió los limpiavidrios callejeros hizo que el negocio se derrumbara.

Antes de salir, Jerry ya le tenía el almuerzo preparado; entró con un par de sándwiches y un par de vasos de jugo de naranja del supermercado. Henry sabía la procedencia porque el jugo de supermercado tenía saborizante artificial, barato y alto en azúcares simples que… para ser sinceros, necesitaba.

“Suerte en tu día, campeón” le dijo Jerry, empezando a comer un sándwich y tendiendole el otro.

“Es solo una entrevista, no me van a contratar”.

“Con esa actitud desde luego que no”.
Henry suspiró y le dio dos grandes mordiscos a su comida mientras Jerry intentaba anudar la corbata roja que le sentaba fatal.

“Es una empresa que vende planes de celular. Es literalmente un infierno de trabajo”.

“Cualquier trabajo es bueno y digno. Eso decía mi abuelo”.

“Tu abuelo el terrateniente decía eso porque tenía muchos peones que trabajan para él”.

Jerry se encogió de hombros y ayudó a Henry a calzarse el blazer que le prestó para la ocasión.

Henry se miró en el espejo. La corbata no combinaba mucho. El blazer azul le quedaba muy ancho de hombros y algo corto de torso.

“¿Cuándo fue la última vez que usaste esta cosa?”

“En mi primera comunión” respondió Jerry. “Ahora estate quieto. Voy a peinarte para que quedes presentable".

“Yo puedo hacerlo”.

“Tú no sabes”.

“Ya estoy grande, Jerry, déjame”.

Se miraron el uno al otro. Jerry no dijo nada. Pero presionó sus labios como a punto de soltar una bomba.

“¿Pasa algo?”

“Estoy nervioso por ti” le dijo Jerry.

“¿Por qué? Es una entrevista para un trabajo que seguro no me dan”.

Jerry se mordió la lengua, no pudo contenerlo más, su cara se puso roja, como si estuviera luchando para no decir lo que pensaba:

“Así está la cosa, Henry. Mis padres quieren que te vayas”.

Henry sintió que se le formaba un vacío en el estómago.

“No es inmediato” aseguró Jerry “pero quieren que sea pronto, más tardar en dos meses. Planean alquilar la casita de la piscina para pagar otras cosas. Como el asilo del abuelo. Y tenerte aquí no les compensa… Además me aceptaron en la universidad de aguasCalientes. El próximo año empiezo la carrera de leyes. Sin mi aquí mucho menos te dejarán quedarte. Juro que intenté convencerlos pero… Henry, si no consigues trabajo y te haces independiente temo que acabarás siendo indigente. Eres mi amigo, sabes que te quiero. Pero el terreno es de mis padres, no mío, y ellos ya se quedaron muy mosqueados después de que te emborrachaste y vomitaste en la piscina… y casi te ahogas”.

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