Para siempre...

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Epilogo

Henry se despertó  esa mañana con los ojos llenos de lagañas,  estiró los músculos placenteramente, y por un segundo olvidó  el crepitar de su ropa interior nocturna. Estaba completamente empapado. Las primeras noches creyó que era un eco del deseo anterior, que parte de Tyler lo había perseguido hasta su cuerpo. No era así,  era obvio que esto había sido un deseo de Tyler, uno que pidió  seguramente antes de matar al genio, quizás fue uno condicional, que solo se activara cuando él  regresara a su cuerpo. 

Ese chico se la había jugado.

Se dio una ducha y se vistió para ir al colegio. Durante el desayuno la madre de Jerry le dio un beso en el cabello antes de irse a trabajar y le dijo:

"Hoy hueles a lavanda, que delicioso."

Henry se sintió incómodo, porque los bebés huelen a lavanda. 

"Hey amiguito. ¿Quieres tú leche hoy en un vaso o un tetero?" Dijo Jerry, sentándose frente a él. "Ayer hablé  con Robert. El mayordomo de tu amigo. Me informó  de un par de cosas que tu club hizo."

Henry se ruborizó. 

"La mayoría de las cosas las hizo Tyler… no yo."

"Oye, oye. Sé que no has tenido las mejores noches últimamente. Pero parte de mí empieza a pensar que haces esto a propósito."

"N-no… creeme que no." Replicó avergonzado.

"Debo admitir que es muy lindo lo de vuestro acto de solidaridad con tu amigo pero… creo que te afectó  un poco. El doctor dice que no hay nada malo contigo según el eco."

"¿Podemos no hablar de eso…? Ya me siento suficientemente mal."

En la escuela lo saludaron de lejos algunas personas con las que no se llevaba. Ahora al parecer tenía más amigos. Tyler se dio libertad de ser muy extrovertido mientras anduvo con sus zapatos.

"Hey florecita, ¿cómo estás hoy?" Lo saludó  una chica morena. "Dos besos." Ella lo despidió de la forma europea y él no pudo evitar preguntarse qué clase de cosas habían vivido antes.

Vio sus clases, pasó apenas prestando atención y se sentó solo a la sombra de un roble en el patio. No quería ver a nadie. Estaba atrapado definitivamente y no podía cambiar nada. Aunque para ser honestos, su vida anterior le parecía como de… otra vida. ¿Cuántos años tenía realmente? No lo recordaba, solo recordaba que no podía caer más bajo.

Se reía al recordar lo estrafalario que fue montar todo el show en la casa de Tyler y que ahora en su propio cuerpo le de vergüenza usar pañales para dormir. 

Sacó un libro de autoayuda. Debía aprovechar el tiempo. Cuando crezca y sea grande de nuevo haría cosas con su vida, no iba a desaprovechar su segunda oportunidad. El libro se titulaba "hazte rico viviendo una vida plena, los 10 consejos para lograr tus metas." El título era muy largo. Eso debía significar que era un buen libro. 

Una sombra le cubrió las hojas del libro. Alzó la cabeza para ver a ni más ni menos que Tyler parado frente a él. Ya no llevaba pañales, porque se habían distanciado muchos días, los suficientes para que su vejiga fuera funcional. Henry lo envidiaba.

"Et tu, Brute" Díjole Henry. "¿Qué  quieres? Vete antes de que mojes tus pantalones."

"¿Sigues enojado?"

"Más enojadas  estaban mis sábanas las primeras noches."

Tyler sonrió.

"Admite que te lo mereces por ser tan mala gente."

El Genio Malvado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora