Inocente curiosidad.

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Bill depositó al pequeño David en el bote y luego recibió a Gordon entre sus brazos. Fue a sentarse con él en un extremo de la nave, mientras Tom empujaba para entrar en el agua, subía y tomaba los remos para comenzar a remar.

– ¿Está terminada? – preguntó el mayor mirando fijamente a su gemelo.

– Sí. De hecho, no pude hacerla en la casa, hice otra choza al lado. – le respondió seriamente, mirándolo con intención. El fuego quemaba en sus ojos – Será como si tuvieras tu propia casa – le dijo a David. En cuanto miró a su hijo el fuego desapareció.

– ¿Y si me da miedo en la noche?

– ¿A qué le podrías tener miedo? – preguntó Bill.

– ¿Hay monstruos? – contestó.

– No.

– Hoy David ha preguntado unas cosas curiosas – dijo Tom, como quién no quiere la cosa.

– ¿Ah sí?

– Dile a tu padre lo que me preguntaste – añadió con una sonrisa traviesa.

El niño miró a su padre y comenzó a soltar preguntas, aquellas preguntas que ninguno de los dos hubiera querido escuchar nunca.

– Papi, ¿por qué ustedes se parecen? – le dijo viéndolo desde su regazo. Su padre miró a su hermano sorprendido y este, sin mirarlo se encogió de hombros en plan "respóndele eso tú solo"; pero lo miró un segundo después para asentir en silencio en respuesta a la pregunta mental del rubio: ¿debía decirle la verdad?

– Pues verás. Tom y yo nos parecemos porque... nosotros somos gemelos – en su cuello se marcaban pequeñas venitas de estrés, y sonreía al niño más por darle confianza que por otra cosa.

– ¿Que es gemelos? – Bill suspiró y miró el océano, como si este le fuera a dar la respuesta a sus males.

– Son hermanos idénticos – respondió de tajo, sin muchos miramientos. Miró al pequeño, que tenía los ojos muy abiertos.

– ¿¡Ustedes son hermanos!? – preguntó agitando sus manitas nerviosamente, realmente sorprendido.

– Sí – le respondió Tom desde el otro lado del barco y el chiquillo lo miró.

– ¿Osea que también yo tendré bebes con mi hermanito? – cuestionó, estupefacto. Tom se llevó la mano a la frente y suspiró.

– Probablemente – le contestó el rubio y le dedicó una sonrisa fugaz. La verdad, aunque incómoda, estaba ante todo.

– ¿Por qué salen de casa por la noche?

Con esa pregunta a Bill le dio un ataque de tos y Tom se carcajeo fuertemente.

– ¿Qué dices, pequeño? ¿Nos... has visto salir por la noche? – su padre lo contemplo con los nervios a flor de piel ¿qué tal si los había seguido...?

– Algunas veces ¿A dónde van? ¿Qué hacen? ¿Puedo ir alguna vez?

– Vamos... por ahí. Tus padres a veces... necesitan un tiempo a solas – tomó al niño de un hombro y lo miró directo a los ojos – ¿Lo entiendes? Y por eso mismo no pueden venir – El pequeño asintió lentamente, pero preguntó de nuevo.

– ¿Qué hacen?

– Nos acostamos a ver la luna – respondió rápidamente el mayor de todos.

– Entonces ¿por qué no puedo ir? – David hizo un puchero.

– A veces solo te sientas en la arena y nos ignoras por un rato. Nosotros utilizamos el tiempo que utilizan ustedes para dormir, para poder... demostrarnos que nos queremos – trató de explicar.

El regreso a la Laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora