A veces, los momentos de mayor tristeza podían ser expresados de las maneras más bellas. Entregando consuelo, amor y apoyo. Pero, muchas veces eso era totalmente lo opuesto. Regalando solo momentos de agonía y pesar.
No era difícil dominar el arte de perder, tantas cosas parecían llenas del propósito de ser perdidas. Convirtiéndose en un desastre, uno profundo y maravilloso. No dejando algún atisbo de duda o confusión.
No era un problema tomar las llaves de esa puerta de su vida y cerrarla para siempre. Entonces; ¿a qué se debía ese temor y sentimiento? ¿Qué razón tenía _________ para quedarse?
Y esa razón, tenía nombre y apellido.
La única explicación que podía darle Shimizu ante lo que sentía su corazón era uno de dependencia.
Jamás le reprendía las noches en las que llegaba tarde o cuando olvidó su aniversario. Porque Satoru era un hombre bueno y la amaba —no le cabía la menor duda acerca de eso—. Aunque olvidase su presencia, o negará sus comidas. O tal vez dejará de besarla. La quería, ¿verdad?
Se había olvidado ya de la sensación de sus labios contra los de él, del suave roce de sus manos en sus mejillas. La delicadeza con lo que lo hacía era realmente hermosa. ¿Cómo podría olvidarse de algo así? Incluso cuando las dulces violetas enferman, su fragancia se prolonga en los sentidos. Más, el aroma de Satoru sobre ella ya no estaba, solo quedaba rastro de una dulce melancolía.
No quería aceptarlo, no quería aceptar que lo estaba perdiendo.
Shimizu arregló su maquillaje arruinado por aquellas lágrimas que la delataban ante lo que sucedía. Se fijó por última vez en su reflejo. Era bonita, o bueno, él pensaba eso de ella. Entonces ella lo creyó.
Ahora mismo no se sentía así. Parecía un auténtico cadáver, sus marcadas ojeras no podían ser removidas aunque tratase de ocultarlas con corrector. Había dejado de comer, bajando algo de peso.
Tomó el perfume de rosas que volvía loco a Satoru, con la esperanza de que ese pequeño gesto logrará despertar en él algo.
Escuchó la puerta abrirse, advirtiendo a la joven que su pareja estaba allí.
Salió de su cuarto para recibirlo.
—Hola cariño. ¿Cómo te ha ido? —preguntó su esposa al albino con dulzura.
El mencionado sonrió para ella.
—Estoy demasiado cansado. —Respondió dejándose caer en el sofá.
La chica asintió, sabía que ser el jefe de una de las mejores empresas de Tokio no era tarea sencilla.
Se quedó estática sin saber que más decir. El incómodo silencio entre ambos comenzó a hacerla sentir peor.
—Hice Takoyaki, ¿gustas un poco amor? —Le preguntó la joven a su esposo.
Negó con un gesto con la mano, para luego dirigirse a su habitación.
—Gracias pero, cené de paso en la oficina. Tal vez en otra ocasión corazón —se excusó Satoru.
Al cruzarse con ella, ________ se congeló ante el embriagante aroma de vainilla que desprendía en todo el cuerpo de Gojo. Se perdió en el, era empalagoso y ahora que lo recordaba lo había percibido en otras ocasiones más no le dio la importancia suficiente. Era un perfume de mujer, ese no era el perfume que usaba Shimizu. Jamás usaba aquel aroma en su cuerpo, le parecía algo cliché.
Tragó en seco y perdió de vista a su marido. Se había ido a dormir. No la acompañaría a cenar, ni siquiera la había besado o tocado.
_________ no quería ver lo inevitable.
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Gojo Satoru | One Shot's
FanficOne-Shot's de nuestro albino favorito. Contenido variado de Gojo x Lector@ Advertencia: Puede contener temas que no sean del agrado de muchos lectores, así cómo contenido para mayores de edad, se recomienda discreción. La imagen de la portada no me...