Capítulo 12; Ya era hora de que viniéseis

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Pocas horas después, los cuatro han decidido ir al centro de Barcelona y hacer algo con sus vidas. Me han preguntado si quería ir, pero he preferido quedarme en casa.

Me encuentro en la habitación de Brian, buscando en su armario una camiseta de manga corta con la que pueda dormir. Sí, voy a quitarle una camiseta para dormir con ella. Yo lo valgo.

Me dejo caer en uno de los pufs de Brian, bueno más bien, me dejo caer en el puf donde estaba sentado Christian. Me encanta como huele.

Mi móvil está en el escritorio, y no lo he cogido porque he visto que me han petado el WhatsApp y si lo leo seguramente tendría que responder algo y pues como que no.

Aunque sé que Christian también me ha mandado un WhatsApp para preguntarme como voy, no veo la necesidad de responderle aun.

Además, solo lleva esperando mi respuesta una hora y media, no es tanto como para que le haya dado un chungo. Hay gente que me hace esperar toda una tarde para un mísero "Bien, ¿tú?".

¿Qué él aun no me ha hecho esperar una respuesta suya? Vale. ¿Qué él no se merece que lo haga esperar? Ya, pero la vida es injusta. Sí, estoy siendo una cabrona y lo sé, pero esque son muchas cosas juntas.

Drew me dio pelotazos ayer como si yo le fuese hecho algo malo, esta mañana me ha obligado a sentarme en el banquillo y me ha afectado más de lo que debería. Me duelen las manos a causa de la fuerte hostia que le he dado a la pared, aunque la verdad es que ya estoy acostumbrada a esas fuertes hostias. Tengo la manía de pegar a la pared cuando algo me frustra.

Bufo estresada y me levanto del puf. Entro en el lavabo y me lavo la cara, a ver si así me relajo un poco.

Pienso en todo, absolutamente todo. Y, de verdad, que soy consciente que lo de Christian es de ser una cabrona, y lo siento, pero aun no le quiero responder. No tengo nada en contra suyo, y me gusta que se preocupe por mí, pero no me apetece hablar con nadie en estos momentos.

Quiero estar sola y no hacer nada durante toda la tarde (o al menos hasta que los señoritos decidan volver), tumbarme en la cama de Brian y leer algún libro que él tenga.

Voy al lavabo y sonrío viendo mi largo y oscuro pelo en el espejo. Miro mi rostro y veo unos ojos azul grisáceos, una tez levemente bronceada y unos labios sin expresión ninguna. No soy fea, pero... tampoco es que sea un bellezón. Es más, creo que soy del montón. Aunque creo que es mejor ser del montón, porque así si vas por la calle ni te secuestran ni te violan. Y eso es un alivio, la verdad.

Me quito la camiseta de Brian y la dejo en el mármol. Miro mi cuerpo en el espejo y respiro hondo. Pechos ni muy pequeños ni muy grandes, no tengo ninguna queja de ellos. Mi cintura es pequeña y las curvas se marcan bastante, mi vientre plano está tonificado por el deporte; por eso no dudé nada en hacerme un piercing en el ombligo. De eso ya hace un tiempo, y como no se ve, cuando voy a jugar nadie lo ve. Mi tez morena tampoco me tiene descontenta. Más abajo, está mi cadera, la cual tampoco está mal, pero eso de que sea tan pronunciada respecto a mi cintura pues... no sé, no me acaba de gustar.

Me vuelvo a poner la camiseta y me hago un moño de andar por casa.

Salgo del lavabo y camino hacia la estantería de libros de Brian. Entre ellos, encuentro Ciudades de Papel de John Green, sonrío y cojo el libro. Salgo al balcón, dejando la puerta abierta, y me siento en el sillón que hay. Abro el libro y lo empiezo a leer con tranquilidad, escuchando los sonidos de la ciudad.

***

Hora y media después estoy haciendo la cena para Lauren, para Karen y para mí, ya que Lydia ha salido con un hombre que es su nueva "conquista" (vamos a llamarlo así) ya que el padre de Brian murió hace dos años y medio.

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