"La paradoja del libre albedrío"

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Craig bosteza y se frota los ojos cansados, observa la luz amarillenta iluminar la cafetería vacía. El olor a café impregnado en sus fosas nasales le causa náuseas, como si el aroma que antes lo hacía sonreír ahora solo le recordara la monotonía de su vida. Sus verdes ojos han perdido la luz de la alegría desde hace tanto tiempo que en ellos solo existe una larga amargura. Mira su reflejo en el envase de propinas, vacía, como siempre. ¿Tan vacío como él? Probablemente. Ha pasado gran parte de su vida trabajando en la cafetería que heredaron de los padres de Tweek, pero el negocio no va bien y las cuentas se acumulan. ¿Es acaso esta la vida que siempre soñó? Su mente es cruelmente atormentada por las preguntas y dudas existenciales que lo persiguen día y noche.

El pitido de su reloj lo hace mirar hacia su muñeca, marcando la hora de cierre. La cara de este hombre de 53 años está arrugada por la amargura que lo consume, no tiene ni siquiera ánimos para sonreír. La rutina se ha convertido en su cárcel y siente que su vida se desvanece poco a poco, sin ningún propósito o sentido. Suspira con resignación mientras apaga las luces de la cafetería, sintiendo que cada día se convierte en una batalla para mantenerse a flote. A pesar de que ama a Tweek, siente que su relación ha perdido la chispa y que ambos están atrapados en una vida que no los satisface. Se pregunta si alguna vez volverá a sentir la felicidad que sintió en su juventud y si existe alguna forma de escapar de la monotonía que lo consume.

Craig sabe que necesita un cambio en su vida, pero no sabe cómo hacerlo. Se siente perdido y solo, como si la vida le hubiera jugado una mala pasada y él fuera el único en sufrir las consecuencias. Con un suspiro, sale de la cafetería y se dirige a su viejo automóvil, preguntándose cuánto más podrá soportar esta vida vacía y sin sentido.

El hombre se sube al vehículo con un suspiro, sabiendo que esta noche necesitará algo más fuerte que el café para olvidar sus problemas. Gira la llave y el motor ruge como la tos de un viejo fumador, haciendo que Craig golpee el tablero con frustración. Finalmente, el viejo automóvil da señales de arrancar y se siente aliviado de que no tener que caminar las tres calles hasta el bar local, pudo haber caminado pero le dolerían las rodillas más tarde. Conduce por las calles desiertas de South Park mientras la música a todo volumen lo hace sentir vivo por un momento. Pero a medida que pasa el tiempo, la tristeza vuelven a invadir su mente. Se pregunta si alguna vez dejara de sentirse tan hueco por dentro.

Finalmente llega el recinto y se estaciona en el estacionamiento vacío. Baja del auto y entra al bar. El olor a colillas de cigarro y alcohol invade su nariz, causando el mismo picor de todas las noches, la sensación hace que se sienta aun más deprimido. El ambiente en el bar es sombrío, con los borrachos hablando de cosas triviales y el sonido de las noticias de un viejo televisor de fondo. Craig se acerca a la barra con las manos en los bolsillos de su gastada chaqueta gris, sintiéndose como un extraño en su propio mundo.

La persona que atiende le da la bienvenida con su habitual saludo, ambos ya se conocen.
"¿Lo de siempre?", pregunta el barista mientras deja de limpiar una copa y asoma un brazo por debajo de la barra. Craig asiente en respuesta, con un tono distante y cansado. Se sienta frente a la barra y posa los codos en la larga mesa mientras observa el vaso de whisky llenándose lentamente. El líquido ámbar brilla a la luz tenue del bar, haciendo que Craig se sienta momentáneamente mejor.

Levanta el vaso y lo lleva a sus labios, sintiendo el ardor del alcohol bajando por su garganta. Cierra los ojos y se deja llevar por la sensación de embriaguez, deseando que esta noche nunca termine. Pero sabe que mientras esté en este bar, su vida real seguirá esperándolo afuera

Trago tras trago, el tiempo parece desvanecerse para Craig mientras se sumerge en la sensación de embriaguez. Poco a poco, logra captar el sonido de las manecillas del reloj de pared, marcando el paso de los segundos de forma implacable. El alcohol está afectando su percepción de la realidad y comienza a creer que ese objeto inanimado busca burlarse de él. Cada tic-tac del reloj se siente como una burla cruel, recordándole que su vida está pasando y él parece estar atrapado en una existencia sin sentido.

Libre albedrio | CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora