Capitulo 3

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Craig flotaba en un espacio vacío, suspendido en la oscuridad del universo, donde ningún objeto físico pudiera verse o tocarse. Solo había un vacío inmenso, negro y sin fin que se extendía hacia el infinito. A pesar de la evidente soledad, a lo lejos, orbes de luz comenzaban a destellar, puntos blancos que, desde el punto de vista de Craig, eran como observar un cielo estrellado nocturno.

El joven de oscura cabellera que flotaba estaba completamente inmerso en la sensación de ligereza; sus ojos verdes miraban a todas partes, todo por la presencia de las estrellas a su alrededor. Una sensación de profunda paz lo envolvía, como si estuviera en un lugar seguro y protegido, lejos del mundo real. No había nada más que hacer, nada más en lo que preocuparse, solo estar en ese momento presente.

Fue en ese momento cuando abrió lentamente los ojos y de repente, una luz brillante lo cegó, como si dos linternas estuvieran apuntando directamente a sus ojos. Craig se cubrió el rostro con los brazos, pero ni siquiera eso fue suficiente. Un escalofrío recorrió su columna cuando recordó el automóvil que acabó con su vida, el hormigueo en sus dedos, la sangre brotando por su nariz y los cortes en su rostro por los vidrios rotos, todo ocurriendo en cámara lenta y el molesto tono de llamada predeterminado. El joven recordó lo que pensó antes de morir, por un breve momento recordó su deseo exacto.

"No quiero morir" - sí, recordaba, pero había algo más, palabras que escapaban de su propia comprensión. "No quiero morir. No sin antes..."

¿A qué se refería? La pregunta lo hizo sentirse desorientado y hasta mareado. Tras tantas interrogantes, olvidó la molesta luz que antes lo cegaba y en sus oídos comenzó el ruido, las aves, los autos, la monotonía del día a día. Craig bajó los brazos y entonces observó directo a la luz y pudo ver la causante del ardor en las retinas, una ventana.

Parpadeó y se frotó un ojo, desorientado por el repentino despertar en aquella habitación oscura. El resplandor tenue de la luz matutina se filtraba por la ventana, apenas visible detrás de las cortinas cerradas. El calor reconfortante de las sábanas se aferraba a su cuerpo en ese día frío, mientras inhalaba un familiar aroma a perfume mezclado con un ligero rastro de alcohol barato. Su mirada vagó por la habitación, y poco a poco, los recuerdos comenzaron a aflorar en su mente. Aquella era su habitación de juventud.

Pero algo inusual atrajo su atención: la ropa dispersa en el suelo, ¿De quién era? Suya probablemente no, él siempre fue muy ordenado con sus cosas o eso quiere creer. Intrigado, decidió levantarse y abandonar la cálida protección de las sábanas. Con pesadez en su cuerpo, se deshizo de ellas y sintió cómo una brisa helada lo carcomía hasta los huesos, dándose cuenta al instante de que estaba desnudo, espera, ¿qué? El repentino frío lo hizo estremecerse y buscar rápidamente algo con qué cubrirse, pero al girarse, notó la figura acurrucada hasta la cabeza, sabía que era alguien porque tenía un pie fuera y, a pesar del desconcierto inicial, sintió una extraña tranquilidad.

Una sensación de calma y paz se apoderó de él, recordándole la serenidad que había experimentado solo en sus sueños. Siguiendo su intuición, decidió volver a la cama, deslizándose debajo de las sábanas. Con cuidado, apartó las sábanas que cubrían la cabeza de la figura acurrucada, revelando una alborotada cabellera rubia.

Al reconocer a la persona que descansaba a su lado, Craig sintió cómo un suspiro de alivio escapaba de sus labios. Apoyando su mentón en la cabeza de la persona, Craig dejó que sus brazos envolvieran al individuo, sintiendo el calor de un cuerpo desnudo igual que el suyo. El contacto era cálido, acogedor y reconfortante. Entonces cerró los ojos para volver a dormir, creyendo que al despertar, todo estaría bien y que todo lo que pasó había sido un mal sueño, algo que realmente no sucedió.

Entonces el despertador sonó, un hilarante y chirriante sonido que penetró en sus oídos como dos pares de balas, abrió los ojos con una pesadez indescriptible, golpeó el despertador con su mano y este paró su estridente sonido.

Libre albedrio | CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora