Capitulo 34

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A LA MAÑANA siguiente el sonido de la canción de Buffy Cazavampiros lo despertó. Frunció el ceño y se frotó los ojos que todavía estaban húmedos después del ataque de llanto. Miró a su derecha y sobre la mesita de noche vio un iPhone sonando. «Lan Xichen calling.»
Muy apropiada la música.
—¿De quién se suponía que era ese teléfono? — Wei Ying cogió el móvil y lo descolgó.
—¿Sí?
—Buenos días —dijo la voz de Lan Xichen al otro lado.
—Hola —se estiró y pensó inmediatamente en su hermano. —¿Está ahí Wangji?
Lan Xichen se quedó en silencio unos segundos.
—No. No está.

—¿Dónde le puedo encontrar?
—¿Lo quieres ver? —preguntó con un tono esperanzador.
—Tengo que hablar con él.
—Ven esta noche a Birmingham y lo verás. Hoy es noche de solsticio. Luna llena.
—¿Y qué hago con mis amigos?
—Tráelos. Mejor que estén con nosotros a que estén solos.
—¿Es seguro?
—Esta noche no hay nada seguro, Wei Ying.
—Ya... —se quedó pensando. —Gracias por los trajes. ¿Cuánto te debo? —Nada. Es un regalo de Wangji.
—Tengo que pagárselo, Lan Xichen —contestó mientras pensaba conmocionado en el detalle del vanirio. —Hay mucho dinero en esas ropas.
—Si de verdad se lo quieres agradecer, encuéntrate con él en Birmingham. Ven esta noche.
—¿Y el móvil? ¿Se supone que es mío? ¿Puedo cambiarle la música del tono de llamada?
Escuchó como Lan Xichen se reía.
—Aha. Están todos los teléfonos de los miembros del clan y de toda la gente que conocemos y nos ayudan casualmente. Cualquier cosa, los llamas y estarán dispuestos a entregar su vida por ti.
—Qué majos —susurró sin emoción caminando hacia la ventana y dándole al botón para que se abrieran las persianas. El día era muy nublado en Londres. Para variar. —Está bien. Esta noche nos vemos. ¿Dónde?
—En el The Queens Arms. En el centro de Birmingham. Allí estará nuestro grupo de guardia.
Algunos berserkers vendrán también con nosotros.

—¿Y qué se supone que pasará esta noche?
—Lo que pasa la noche antes del solsticio y la luna llena. Guerra y caza, querido.
Wei Ying sintió como algo en su interior se despertaba. Algo fuerte, desafiante y anhelante de adrenalina.
—Al atardecer, allí ¿ok?
—Sí. ¿Seguro que vendrá Wangji?
—Sí. Él vendrá.
La mañana pasó rápida. Los tres amigos desayunaron juntos. Se rieron de los comentarios de A-Qing sobre los desayunos altos en grasas y estimuladores de hipertensión que comían los ingleses.
Wei Ying sorteó las preguntas sobre Ruo Han como pudo, y se inventó lo que creyó necesario para explicar cuál era el papel de Wangji y Lan Xichen en la empresa. A-Ning no dejaba de mirarlo a medio paso entre el embeleso y la extrañeza.
Wei Ying sabía que A-Ning notaba algo distinto en el, algo que A-Qing al ser una hembra y saber que a el le gustaban los hombres, no percibía. Pero Feng Mian ya le había advertido sobre la reacción que el haría tener a otros como híbrido.
María, a escondidas de A-Qing y A-Ning, le presentó al resto del servicio entre los que había un chofer llamado Igor de piel negra de casi dos metros de alto y otros dos de ancho. Dos chicos más que se encargaban de los jardines y las piscinas. Y tres mujeres más, ambas de pelo blanco y largo y muy parecidas entre ellas. Era un servicio un tanto extraño, pero les gustaba. Eran sólo siete personas para una mansión. Allí había mucho que hacer.

—¿Cuánto os pagaba mi padre? —le preguntó Wei Ying a María.
—Lo suficiente joven.
—Aquí hay mucho trabajo, María. Yo os subiré el sueldo.
—Niño —le puso la mano en la espalda. —Nosotros vivimos aquí, contigo. Tú nos das un techo, y te aseguro que nos pagas muy, muy bien. Todo lo que hacemos, lo hacemos contentos y con gusto.
María era un encanto de mujer. El grandullón de Igor era uno de esos hombres con cuerpo excepcional pero con la mente y el corazón de un niño pequeño. Wei Ying le cogió cariño enseguida.

Y las tres mujeres lo miraban y sonreían pero hablaban bien poco. Habían sido monjas de clausura, según le había comentado María.
—¿No hay ningún hombre contigo, María? —le extrañaba porque la mujer seguía siendo hermosa a su edad. —¿Un esposo, tal vez?
—Mi marido murió, niño —le dijo dulcemente con la mirada llena de melancolía.
—Lo siento, mucho —se disculpó, pero seguía sin entender por qué no había encontrado a nadie.
Esa misma mañana le pidió a su nuevo chofer que los llevara a dar un paseo por Londres.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora