🔥Capitulo 36🔥

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Wangji PERMANECÍA en su cama, con los ojos abiertos pero sin mirar a nada en concreto. Estaba catatónico. Sin embargo, su cabeza funcionaba. Recordaba todas las batallas al lado de sus amigos, recordaba a su madre, a su hermano... pero todo se nublaba por la necesidad de verlo a el. A ese chico de ojos lilas y boca hecha para besar. Su cáraid. Nunca iba a perdonarse el daño que le había hecho. La muerte era justo castigo por ello.

Wan Yin estaba sentado a su lado. Agarrando su mano con fuerza, intentando transmitirle ideas de paz, de sosiego. Había limpiado las heridas y las había esterilizado, pero nada de eso podría ayudar ya a su amigo. La mente de Wangji era un torbellino de culpa y de dolor. Su amigo estaba perdiendo la vida por un hombre. Por su pareja, su media naranja, su complemento. ¿Por qué los dioses les habían dado ese talón de Aquiles? Freyja era una zorra.

Las puertas del balcón se abrieron, y entró Xingchen con Wei Ying en brazos. Lo bajó y dejó que el se dirigiese a Wangji. No titubeó. Se fue directa a él, con determinación.
Wan Yin lo miró estupefacto. ¿Wei Ying por fin había comprendido? Los dioses estaban de parte de su amigo. Xingchen le sonrió y asintió con un gesto de su cabeza. Wan Yin exhaló y miró al techo
deletreando la palabra gracias en silencio.
—Largo —les dijo Wei Ying sin dejar de mirar el cuerpo del moreno peligroso. Nadie iba a ver como Wangji lo mordía porque le parecía algo extrañamente íntimo y personal. No quería espectadores.

Ambos saltaron por el balcón y desaparecieron por el horizonte.
Wei Ying nunca se había sentido tan poderoso. ¿El tenía capacidad para dar vida? Sí. El podía salvarlo. Lo iba a salvar de esa oscuridad y de esos malos modales que tenía. Lo iba a hacer por estar en deuda con el y a partir de entonces su trato cambiaría.
Wangji no lo había visto entrar. De hecho, era poco consciente de lo que ocurría a su alrededor. Hasta que sintió un cuerpo caliente a su lado. Un cuerpo que nada tenía que ver con el de su amigo.
Wei Ying sintió que su corazón se desgarraba. Sentía dolor físico por el dolor de Wangji. Alargó una mano hasta su cabeza y le acarició la frente peinándolo con los dedos. Lloró en silencio. Wangji tenía el pecho abierto, el cuello desgarrado, el hombro en carne viva, y el sabía perfectamente, que su espalda no estaba mucho mejor. La cama estaba llena de sangre.

Wangji enfocó los ojos y entonces lo vio. Sus ojos verdes apresaron los lilas que tenía enfrente.
Unos ojos rasgados, llenos de lágrimas del color de las campanillas. Tragó saliva y su mirada esmeralda se llenó de calor y ternura por el.
— Wei Ying... —susurró él con mucho esfuerzo. —Lo siento...
—Chist... —le dijo el admirando su rostro y poniéndole un dedo sobre los labios. —No hables.
No sabía muy bien qué era lo que tenía que hacer, pero se dejó guiar por la intuición. Se quitó la chaqueta, la tiró al suelo. Agarró su melena y la apoyó toda sobre su hombro derecho. Dejó la yugular al descubierto. Estaba terriblemente excitado y aterrado a la vez.

Wangji lo seguía con los ojos y éstos se quedaron clavados en su bello y elegante cuello. Wei Ying se arrodilló lentamente, sin perder el contacto visual con él y se inclinó hacia él dejando su cuello a la altura de sus labios secos. Entonces el se acercó a su oído y rozó el lóbulo de Wangji con sus labios.
—Bebe de mí, Wangji —susurró dulcemente.
Wangji se quedó inmóvil. Se le estaba ofreciendo. No hizo nada, pero seguía mirando su cuello que palpitaba acelerado. Estaba nervioso. Wei Ying estaba nervioso por él. Hizo esfuerzos por levantar el brazo y cogerlo de la nuca para inclinarlo a él. Pero no tenía fuerzas. Difícilmente llegaba aire a sus pulmones.

Wei Ying levantó la cabeza y lo miró con preocupación. Entonces entendió que Wangji no podía hacer ningún tipo de movimiento. Dios, se iba a morir de verdad si no se daba prisa.
Con manos titubeantes, Wei Ying pasó la mano por debajo de su camisa y se tocó la parte exterior del muslo. Allí tenía su puñal, el puñal de su padre sujeto a una cinta de cuero. Lo sacó y miró la hoja afilada. Sin pensárselo dos veces, se hizo un corte en el cuello, siseando de dolor. Entonces, con la herida abierta se volvió a ofrecer a Wangji. Colocó su cuello sangrante sobre los labios de Wangji y lo tomó del cuello, levantándolo para que bebiera. Cuando la primera gota de sangre cayó en la boca semi-abierta de Wangji, las pupilas del vanirio se dilataron y sus ojos se agrandaron tensando los dedos de las manos. Wei Ying era todo lo que él deseaba, todo lo que necesitaba y su sabor lo enloqueció. Todos sus órganos internos empezaron a funcionar frenéticos, el corazón golpeaba con fuerza despertando de nuevo a la vida. Wangji levantó el brazo con fuerza, cogió a Wei Ying de la nuca y lo acercó más a su boca.
Cuando Wangji presionó sus labios a su corte lacerante y hundió los dientes en su cuello, Wei Ying creyó que iba a morir. Un escalofrío erótico recorrió todo su cuerpo y supo que era allí donde eltenía que estar. Wangji lo agarró sin gentileza, exigiendo y tomando. Y el dejó de ayudarlo. Wangji ya se aguantaba por sí solo, así que el se rindió.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora