🥺Capitulo 35 🥺

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Wei Ying nunca se había sentido tan avergonzado, y lo peor era que el no tenía nada de lo que avergonzarse. Además, hacía un momento él estaba encantado con las atenciones de las dos rubias.
Y de repente, se había levantado como alma que lleva el diablo al verlo hablar con Bob. Y ahora se encontraba en la calle, yendo hacia algún lugar donde Wangji se sintiera más cómodo. Ni
hablar.
—Ni hablar, monstruo —lo miró a sus ojos llorosos y enrojecidos. Wangji parecía débil.
El vanirio sintió una punzada al volver a oír esa palabra de su boca. Una boca carnosa, húmeda
e hidratada.

—Oye, tú... —Bob apareció entre la multitud reunida en la calle. —¿Por qué no lo sueltas? El no quiere irse contigo.
—Drama, drama —musitó A-Qing emocionada por los acontecimientos. —Un principito despampanante entre un jugador de rugby y un hombre que parece uno de los inmortales. Wei Ying, eres todo un rompecorazones.
Bob cogió a Wangji por el hombro e inmediatamente Xingchen y Wan Yin se le echaron encima.
—Ni se te ocurra, chaval —dijo Wan Yin meneando la cabeza de un lado al otro. —Por tu bien..

—Ya veo —murmuró mirando a Wangji. —Así que tienes niñeras... ¿Eres una nena?
—Bob, déjalo —le dijo Wei Ying poniéndole una mano en el pecho. Wangji tenía mucha fuerza y podría hacerle daño.
Inmediatamente Wangji gruñendo le cogió de la muñeca y le apartó la mano de él, mirándolo
iracundo. Se le removía el estómago cuando su cáraid tocaba a otro.
—No lo toques, Wei Ying.
Wei Ying apretó la mandíbula y sintió que la ira le recorría las entrañas y quemaba los últimos vestigios de su control y de su comprensión.
—Déjame en paz, Wangji... Me iré con quien me dé la gana... —le gritó apretando los puños a ambos lados de su cuerpo.

Wangji lo ignoró y lo cogió de la mano, tirando de el.
—Tu hermano es un poco posesivo, ¿no crees? —preguntó A-Ning a Lan Xichen.
Lan Xichen hizo una mueca con los labios. Bob era un inconveniente a su plan. Se suponía que
Wei Ying debía arder de celos al ver a Wangji con Mina y Lona y que al sentir ese sentimiento su vena berserker tan territorial lo hubiera hecho arrancarlo de ellas y después de una soberana bronca su vena vanirio lo hubiera hecho comérselo entero. Zi Xuan le hizo eso a Yan Li y funcionó. Pero no, ese tal Bob estaba
complicando las cosas.

—¿Sabes qué? Eres un auténtico hijo de perra —le dijo Wei Ying mientras forcejeaba con él. Para
variar, no le contestó.
Entonces todo sucedió demasiado rápido. Bob corrió tras ellos y placó a Wangji tirándolo al
suelo. Wei Ying se apartó asustado. Wangji gruñó de dolor y se quedó tosiendo, a cuatro patas.
Wan Yin y Xingchen fueron a por Bob y lo inmovilizaron. A-Qing y A-Ning corrieron y se colocaron al lado de Wei Ying. Lan Xichen socorrió a Wangji, que intentaba respirar.
Un montón de gente rodeó la escena y de repente se oyeron gritos espeluznantes. De los cristales del pub, salieron cuerpos despedidos que caían sin vida contra el arcén de la calle. Dos bestias inhumanas corrieron a cuatro patas, como los monos, y con un rugido mostraron los dientes llenos de sangre.

—Lobeznos... —gritó Wan Yin.
Xingchen y Wan Yin corrieron a detener a las bestias, sobrevolando los coches y saltando por encima de las cabezas de los peones. Tres hombres muy pálidos y delgados se acercaron a Wei Ying. Tenían las melenas negras y los ojos del mismo color. Las caras frías y sin expresión miraron a Lan Xichen y lo desafiaron. La gente corría desquiciada de un lado al otro.
Lan Xichen se movió a la velocidad de la luz y con un movimiento propio de un samurái sacó su puñal y lo clavó en el cuello de uno de ellos rebasándole la garganta. El vampiro cayó de rodillas sujetándose la carne abierta y haciendo aspavientos. Uno de los otros dos lo cogió por la espalda y entonces A-Ning lo golpeó con una de las maderas que habían salido despedidas del pub. El vampiro se giró hacia A-Ning y sólo con la mirada lo hizo volar por los aires hasta que impactó en la ventana delantera de un Volkswagen rojo. La alarma empezó a sonar inmediatamente. A-Ning miró al vampiro y vio como este perdía el brillo malvado de sus ojos. Con los ojos abiertos dirigió la mirada a su pecho, y vio como la mano de Lan Xichen había hundido su daga hasta el corazón. Nada más quedar desplomado en el suelo, el cuerpo empezó a arder por sí solo.
—Púdrete en el infierno —espetó Lan Xichen.
A-Qing estaba paralizada, el otro vampiro sonrió a Wei Ying y luego lo miró a el. A-Qing no supo
cómo lo logró, pero el vampiro la tenía entre sus brazos y ella tenía el cuello descubierto e
inclinado hacia atrás.

Sangre y Colmillos (El libro del Wei Ying)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora