Samantha Hawkins
Por Dios qué he hecho. Estuve a nada de entregarle mi primera vez a Hudson en un avión. Y creo que lo volvería a hacer, no sé estoy muy confundida. Baje mi vestido ante su atenta mirada y casi me da un paro cardíaco cuando introdujo el dedo que estaba dentro de mí en sus labios con una maldita media sonrisa. Si no fuera por esa mujer y el teléfono estoy segura que hubiera tenido su miembro dentro de mí enterrado bien hondo rompiéndome entera, sólo ese pensamiento me genera entre exitacion y miedo. Ahora mismo el sentimiento que me recorría era como haber corrido un maratón y terminar parando abruptamente sin llegar a la meta. Mis pulsaciones bajaban hacia su nivel normal pero mi cuerpo aún se mantenía con esa tensión del fracaso o la decepción. Mis hormonas sin duda habían tomado el control y este maldito hombre que se metía en mi cabeza. Así creo que no saldré viva y a penas llevábamos solo un fin de semana desde que empezamos.
Se abrochó el pantalón y ya listos me dió la mano para guiarme a la salida del avión. Baje la cabeza apenada ante la azafata. Y Hudson se iba burlando de mí cara.
- Pareces un tomate ratoncito.
- Serás descarado- le di una mirada asesina y se carcajeo aún más. Y al final terminé riendo con él relajándome.
Le entregaron un auto en este aeropuerto y me ayudó a subir. Subiéndose él en el piloto y arrancando.
-¿ Tienes autos en todos los países?- pregunté curiosa y el nego.
-No en todos sólo en aquellos en los que trabajo.
- Waoo, en serio eres poderoso. Tal vez considere casarme contigo para estar acomodada- le guiñe un ojo y el soltó una carcajada.
- Hazlo ratoncito, pero quiero besos como los de antes ya sabes-
Sé muy bien a lo que se refería. Abrí la ventanilla sintiendo de pronto mucho calor y el se rió más fuerte.
El resto del viaje evité hablar con él ya que no sabía que decir.
Habíamos roto una de las reglas principales del contrato. Por lo que no sé cómo haríamos a partir de ahora, si simplemente debía hacer borrón de todo. Suspire cansada, hasta que entramos en la ciudad. Roma era más impresionante en persona que en fotos. Su arquitectura y sus enormes edificaciones, así como cada parque, coliseo; no podía apartar mis ojos de la ventanilla hasta que llegamos al enorme hotel presidencial que reservo Hudson.
- ¿ Nos quedaremos aquí?
Asintió disfrutando mi cara de asombro y me ayudó a bajar del auto para entregarle las llaves al parqueador del hotel. Le di una mirada a los diez pisos de cristalería que se imponían ante mí y casi me mareo de no ser porque Hudson me sostenía de la mano.
- Vamos- me instó a caminar junto a él pasando por las puertas de correderas del hotel.
Unos paparazzi comenzaron a llamar a Hudson y este maldijo. Cómo era posible que estás personas se aparecieran en todas partes, a veces me lo preguntaba. Antes sentía lástima por los famosos y lo que tenían que aguantar y ahora me encontraba yo en está situación.
- Trata de no mirar hacia atrás- me susurro Hudson y asentí.
Muchos huéspedes ante el ruido nos dirigieron una mirada pero luego siguieron en lo suyo. Y cuando llegamos a la recepción una joven nos atendió amablemente con una sonrisa.
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"Mi jefe necesita una novia"
RomanceHudson Manckley es el empresario más famoso de Londres y mi jefe; un total mujeriego que piensa que todos deben besar el piso por el que camina. Pero el hombre perfecto tiene un problema y es que necesita urgentemente una novia para presentarle a su...