Hudson ManckleyMi vida había dado un giro 360. Una llamada podía cambiarlo todo. Esa noche que deje a Samantha tenía claro que haría lo que fuera para demostrarle que podía confiar en mí, pero en cambio el sonido de mi móvil, la voz desesperada de mi madre, el hospital y la noticia repentina de que mi padre se le paró el corazón me hicieron la vida polvo. Quería llamar a Sam y contarle, muy pronto todos lo sabrían; pero nuevamente siempre había algo y en medio de la tormenta mi madre me rogó que me casará con Gina en honor a mi padre. No creía que ella de todas las personas me pidieran eso, pero mucho más me dolió que ni mi madre no confiará en mi en cuanto a Samantha. Sus palabras claras eran que si la amaba mejor la dejara ir para que no le hiciera daño.
Me negué a pisotear lo poco real que había vivido por primera vez en todos estos años, pero aún así me aleje para pensar. Y estuve tentado muchas veces a presionar el botón de llamar en el nombre de sam pero terminaba tirado en uno de mis hosteles borracho hasta el otro día. Pasaron dos semanas, tres, me sentía como una mierda y cuando quise ir a buscarla la ví reír con otro y eso fue suficiente para mantenerme en las sombras y decirle que si a la propuesta de mi madre. Al menos la haría feliz a ella y volvería a ser el mismo Hudson de siempre.
Me encerré en mi trabajo en el nuevo proyecto y ni siquiera contestaba a las llamadas de Maximiliano, está mañana fue lanzada la noticia a la prensa y todo era un caos, así como lo de la muerte de mi padre, que solo lo sabían los amigos más cercanos.
Estaba encerrado en mi oficina trabajando, ignorando las llamadas de mi madre y de Gina, cuando entro mi secretaria nerviosa.
- Te dije que no quiero que me molesten.- gruñi molesto porque no pudiera cumplir con una simple orden.
- Lo siento señor Hudson- se encogió haciéndose a un lado para dejar ver a la figura de Maximiliano.
- No pude evitarlo. Perdón- se disculpo nuevamente la mujer.
- Déjanos solos- le ordene cuando capte la clara advertencia en la cara de mi amigo de que no se iría sin hablar.
Mi secretaria asientio dejando pasar a Maximiliano y cerrando la puerta tras su salida.
Nos sumimos en un incómodo silencio sin saber que decir hasta que se dirige a mi y se que está enojado, me levanté para hacerle frente y me tomó desprevenido su gancho derecho en mi cara.
- Te lo advertí.
- No sé a qué te refieres- me hago el tonto y desvío la mirada mientras limpió un poco de sangre de mi labio.
- Te dije que no le hicieras daño.- ruge en mi cara.
- Y eso hice-
- ¿ En serio? Un día la amas y te apareces en mi casa y al siguiente ya estás comprometido con otra- me reclamo.
- Nunca dije que la amara- solté entre dientes y me gane otro golpe que me tiró hacia atrás.
- Eres un imbécil. Pensé que la llamarías con lo de tú padre. Y aquí estás siendo el de siempre.
Asentí forzando una sonrisa. Aunque por dentro me sintiera una mierda.
- Al menos ella es feliz- susurré y mi amigo negó.
- ¿ Tú lo eres? ¡ Responde! . Porque sí yo estuviera en tú lugar no descansaría sabiendo que mi chica pudiera llegar a querer a otro hombre. Te lo digo por experiencia propia.
Eso fue como una confesión y pude sentir su dolor y como su rostro se contrajo como si me hubiera dicho algo que no debía.
- ¿ A qué te refieres?
- Olvídalo. Si quieres seguir así conmigo no cuentes, bastante he tenido que soportar viendo desde fuera estos meses. Voy a tomar cartas en el asunto.
Lo agarre del brazo antes de que se marchará de mi oficina hecho una furia pero evito mi contacto como si yo fuera la peste. Dejándome con Miles de interrogantes.
Más tarde me encontraba en mi penthouse alejado del universo y de los intentos de mi madre por recordarme que mañana sería la fiesta de compromiso con todos los accionistas.
Solo éramos yo y mi botella de whisky, mientras pasaba la fotos de Samantha que había tomado en Italia a escondida, su rostro, sus ojos, su sonrisa,no me cansaba de mirar cada pedacito de ella.
Mi mayordomo como siempre me quiso obligar a comer pero lo terminé hechando a gritos. Y está vez a diferencia de otras noches marque su número y coloque el aparato en mi oido derecho.
Pensé que no contestaría pero su voz soñolienta con ese dulce susurro hicieron que sólo escucharla, se resbalara torpemente el aparato de mis manos y cuando quise volver a tomarlo ya se había ido.
Después no recuerdo más nada. Solo oscuridad.
Unos besos en mi espalda a la mañana siguiente me hicieron sonreír.
- Ratoncita- susurré adormilado sintiendo mi cabeza dar vueltas como un trompo.
Sus labios eran cálidos, pero fríos, diferentes. Pero deseaba que fuera ella al despertar, solo eso pedía. Ellos se dirigían hacia mi barbilla y unas manos con uñas largas la sentía en mi cuerpo. Sam no tenía uñas largas, eso me hizo abrir los ojos de golpe y despertar de la burbuja. Pero al abrirlos tan bruscamente el sol de la mañana me golpeó mezclado a la resaca haciendolos cerrar nuevamente.
- Buenos días cariño- la voz chillona de Gina me hizo saltar al punto de caerme del sofá.
Ella sonreía como el gato de la madrastra de Cenicienta vistiendo una de mis camisas y revelando sus pechos. Mire hacia abajo y yo sólo llevaba los bóxers de ayer pero a la vez no recordaba nada.
- ¿ Tú y yo?- nos señale atónito ante el mínimo pensamiento justo cuando sono el timbre del apartamento.
No podía moverme, ni respirar bien, creo que estaba hiperventilando. Yo no pude haber hecho eso. Ni siquiera estoy seguro como Gina llegó aquí, ni mi madre sabía de la existencia de este penthouse. Y ayer no tenía fuerzas para nada. Golpeé mi cabeza con la palma abierta como si eso por arte de magia me ayudará a recordar pero sólo empeoró las cosas cuando unos tacones entraron a la sala deteniéndose frente a mí, seguido de la voz chillona de Gina intentando parar a quien quiera que fuera.
- Veo que sí interrumpo- la voz dolida de Samantha fue como un martillo a la realidad.
Negué con la cabeza intentando ponerme de pie para explicarle pero ni siquiera salían las palabras cuando ella sacó lo que parecía nuestro contrato y el dinero que le había mandado hace un mes para romperlo en mi cara y dar media vuelta.
Fui a correr detrás de Sam y Gina se interpuso con una sonrisa malvada.
- Ni sé te ocurra. Tenemos un compromiso que asistir hoy.
- ¡ Joder! - maldige en voz alta ante el portazo de Samantha y mi impotencia.
Esto no podía seguir así.
ESTÁS LEYENDO
"Mi jefe necesita una novia"
RomansaHudson Manckley es el empresario más famoso de Londres y mi jefe; un total mujeriego que piensa que todos deben besar el piso por el que camina. Pero el hombre perfecto tiene un problema y es que necesita urgentemente una novia para presentarle a su...