Hola gentecilla, como estáis observando. @BlueDreamsSM me está animando a escribir de nuevo. Aquí os dejo otro drabble. Espero que os guste 💙
Había llegado bien temprano al polideportivo. Saludó al chico de recepción que le devolvió el saludo con una agradable sonrisa y fue directo a su entrenamiento. Su intención: lograr pensar en algo distinto a una noche en la que había cometido una locura. Una muy deliciosa, a la que con tan sólo con probar se había vuelto adicto. Lo volvía a ver cada vez que cerraba los ojos. A pesar de la máscara veneciana que cubría todo su rostro, e impedía la vista de su mirada, Sousuke se embelesó de aquella voz, de su anatomía. Nunca se habría imaginado en una situación así. Bailando con un desconocido, riendo, confesando secretos, compartiendo como si no fuera la primera vez que hablaban.
Y más.
Escapando a un rincón del jardín y desnudándose el alma, pero no el rostro. Sus cuerpos, pero no su mirada. Había grabado aquella anatomía perfecta en su memoria: sus hombros pintados de pecas sobre una piel dorada, los músculos de un clásico de la escultura labrado en piedra, sus manos grandes y suaves. El corazón le bombeaba frenético con tan sólo recordarlo.
Por eso escapó de la soledad de su casa y su mente incansable. Mientras nadaba, normalmente no podía pensar en nada pero esa hormigueante sensación de conocerlo de antes lo envolvía en burbujas y lo sumergía fuera y dentro del agua.
Tenía su celular. Se lo había apuntado en una servilleta. ¿Cuándo debía llamarlo?
Llámame siempre que necesites una mano. O dos.
Le había dicho con voz cálida y melosa. No. No necesitaba nadar, ni necesitaba alejarse de nada. Tenía necesidad de él y quería calmarla. Para eso debía salir de la piscina inmediatamente.
Agradecía la ausencia de personal a primera hora de la mañana. Rápidamente fue por cosas al vestuario. No había nadie, por suerte. Tomó su celular y rápidamente buscó en su mochila el número de teléfono y su propio celular. No lo había registrado por discreción pero desde aquel día no se había separado de ese trozo de pared.
¿Llamarlo a primera hora de la mañana, un lunes? Se detuvo un instante. Resopló.
—A la mierda.
Sousuke marcó y realizó la llamada. Después del primer, toque una melodía estridente lo sobresaltó. Colgó y al instante la música repetitiva se detuvo. ¿Podía ser...? Probó de nuevo y todo se repitió, marcó, toque, melodía.
El celular... Estaba allí mismo. En una taquilla.
Se arrepintió de ser tan despistado. Volvió tras sus pasos camino a la piscina dispuesto a buscar al chico que le quitaba el sueño. Allí debía estar su adonis. Entre las pocas personas que había con él, en la misma piscina.
Revisó de la primera a la última calle. Pero no encontró pecas ni piel dorada.
Sousuke se frotó los ojos y volvió al vestuario desanimado. Insana obsesión, lo estaba torturando. Necesitaba beber de ese cuerpo pero tendría que conformarse con darse a satisfacción a sí mismo.
Hasta que... Su celular vibró en su mano.
Era el número del chico de la máscara.
—¿Hola? —respondió la llamada mientras rápidamente corría a los vestuarios. Entonces la voz sonó repetida. Fuera y dentro. En digital y rebotando sobre las taquillas.
—Me echabas de menos. —¿Me echabas de menos?
Un paso más y...
Con su teléfono sobre la oreja, la espalda dio media vuelta, sus pecas se extendían hasta las mejillas. Su pelo color trigo. Los ojos verdes, hermosos, pero nunca se había detenido a verlos. La sonrisa que iluminaba a cualquiera al encontrarse.
Sousuke cayó el celular al suelo.
—Eres... El chico de recepción.
Tachibana sonrió de una forma diferente a la de su bienvenida.
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