Gatos

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Era una de esas tardes cálidas de septiembre en las que el verano niega a marcharse y las chicharras no cesan su concierto. El sol brillaba alto en el cielo y pocas nubes se atrevían a quitarle protagonismo. Los rayos incidían de manera maravillosa en su piel y se reflectaban en su cabello haciéndolo parecer hilos de oro puro. Sus mejillas se sofocaban en seguida así que siempre me esperaba a sombra de un sauce que le guardaba un poco de fresco.

Me gustaba pensar que esa luminosa estrella que brillaba con luz propia necesitaba su propia oscuridad para hacerse ver y yo era un poco parte de la suya.

Ojalá.

Levantó su mano en su alegre saludo y caminó hacia mi con soltura y esa expresión de chico bueno que me trae loco.

—¿Esperaste mucho? Tuve que hacer unas cosas de última hora.

Negó con la cabeza a la vez que comenzaba a aflorar el sonrojo en sus mejillas. Se veía tan bonito con tan sólo eso que mi cerebro dejaba de funcionar.

—Acabo de llegar. —y si no fuera así jamás me lo diría. —¿Cómo te fue?

Desde hace unos meses, todos los viernes Makoto salía un poco antes de clase, se desatendía del resto de asuntos en su vida y lo dedicaba a mí, a recogerme en la entrada del hospital. Como si fuese lo más divertido que hubiera que hacer a la semana, él sonreía al verme.

Le expliqué como avanzaba mi terapia después de la operación. Aún tenía que ejercer durante un tiempo actividades de rehabilitación para volver a nadar. Así que, tenía que acudir al doctor dos veces por semana. Los martes, sin embargo, Makoto no podía faltar a su trabajo como monitor de natación así que no podía acompañarme, sin embargo, venía a mi casa en cuanto terminaba para saber cómo había ido todo.

Ese día, caminamos charlando alegremente, como cada viernes. Había algo de él que me tenía completamente absorto. Su sonrisa era especial o sus ojos brillaban con más intensidad, no estaba seguro. Quizá era sólo mi imaginación.

Quería sostener su mano mientras me acompañaba hasta casa. Lo deseaba tanto que estuve a punto de hacerlo cuando se agachó de repente sobresaltándome.

—Ay no... —susurró hacia el suelo dándome la espalda.

Oh Dios... No me puedo creer que otra vez ocurra esto.

—Sou. —me llamó.

Sí. Otra vez.

Jamás me decía así. Sólo si era extremadamente necesario y para él esta ocasión realmente lo era. Dio media vuelta, y descubrí su peluda preocupación entre sus manos.

—Tengo dos gatos en casa, Makoto.

Y de hecho, era por él. Los otros dos felinos también fueron rescatados por Makoto. El primero en mitad de la lluvia y el siguiente en estado de inanición. Este, sin embargo era tan sólo un cachorro.

—En mi edificio no los permiten. —miró al felino como si de un momento a otro fuese a resquebrajar. —Yo lo cuidaré, te lo prometo.

No lo dudaba.

No sólo veía a Makoto los viernes al salir de rehabilitación y los martes cuando él salía del trabajo. Venía cada fin de semana a traer comida para los gatos y estar con ellos un rato. Adoraba sus visitas pero incluso llegué a sentir envidia por los animales. Pero él lo hacía de forma tan inocente...

Agh, soy el tipo más idiota que existe. Y todo, por no poder resistirme a esos ojitos oliva.

—Está bien, vamos a casa. —acepté en rendición con un suspiro.

Amar [Free!] [SouMako]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora