Decimotercero Capítulo.Mi familia es secuestrada por el malvado Dios Seth.

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Mi boca estaba abierta y no me preocupaba si un bicho me entraba en ella...apenas podía respirar, la comida que había ingerido se revolvía en mi vientre y tenía ganas de vomitar. La mano de Bast se posó en mi mano derecha pero yo la quité mientras lloraba.


- ¿No pudieron hacer nada? –indagué molesta- ¿O ni siquiera lo intentaron?

- No supimos nada hasta ayer –replicó Anubis sin mirarme- Horus fue a ver por las dudas y descubrió la casa destrozada y sin tu familia.

- Solo había un licántropo que maté antes de volver –agregó Horus mirándome entristecido.


Me levanté y todos me copiaron; era obvio, me iban a seguir hasta cuando vaya al baño, ya no confiaban en mí y tenían sus razones, pues tenía planeado irme y buscar a mi familia sin importarme nada más.


- Alice, vamos a salvarlos pero primero debes terminar tu entrenamiento o si no te matarán y a tu familia también –se apresuró Bast. Estaba rodeada por cuatro fastidiosos dioses y sin ninguna salida, hasta habían bloqueado la terraza y seguramente de la azotea también- Alice...

- ¡Basta! –exclamé entre lágrimas- ¡no quiero escuchar! ¡Son unos falsos mentirosos! ¡Todo es su culpa!


Empujé a Anubis para dirigirme a mi habitación para al menos llorar tranquila; la cabeza me ardía y mis heridas todavía ardían. Estaba sentada al lado de mi cama, llorando y pensando cómo salvarlos ¿por qué todo me salía mal? Eres un juguete de los dioses, me había dicho Seth y tenía razón. Me levanté para ir al baño, lavé mi cara y miré mí demacrado reflejo: ya no era Alice De Niro, solo era una copia en baja calidad y más flacucha ¿dónde estaban mis adorables rollos? Estaba flaca y pálida como Anubis. Si Bast no me hubiera revivido...al menos mi familia estaría a salvo. Salgo de mi dormitorio para irme a la azotea por aire, pero la puerta estaba bloqueada con magia que yo no sabía <en realidad no sabía nada de magia> y no podía pasar.


- Si intentas escapar de nuevo no tendré más remedio que atarte con cadenas –la voz de Anubis salió de un rincón oscuro del pasillo que no había notado antes. Apreté la mandíbula, quería darle un puñetazo, no me giré; no quería verlo y a nadie- sé cómo te sientes...

- ¿En serio? ¿Eres capaz de sentir algo? Vaya, ni lo sabía –solté girándome para mirarlo de mala gana. Él estaba sin expresión, sus ojos negros me seguían.

- No tengo la culpa por eso.

- ¿Y quién la tiene entonces?


Él no quiso responder pero se acercó a mí. Su aroma me llegó...desvié mi mirada de sus penetrantes ojos que solo me provocaban ganas de llorar. 


- Déjame salir –murmuré a punto de llorar- quiero ver las estrellas si es que siguen allí ¿o también se las llevaron?


Cerré los ojos, comprimiendo a las lágrimas para que no salieran, la respiración lenta de Anubis acarició mi rostro. Mi espalda estaba apoyada en la puerta bloqueada sosteniéndome, una mano se posó en la  curvatura de ella y apenas me empujó hacia adelante hasta tocar sus pectorales duros como piedra; su otra mano fue a parar al picaporte de la puerta y la abrió. La brisa de la noche revolvió mi pelo, abrí los ojos y me encontré con los suyos. La mano seguía en mi espalda apenas apoyada...giré con delicadeza y me encaminé hacia la azotea donde el viento fresco aligeraba mis pensamientos. Las estrellas refulgían en la oscuridad de la noche, ni las luces de la ciudad podían opacarlas y eso me subió un poco el ánimo. La presencia de Anubis seguía allí, y al girarme lo vi que también observaba el cielo hasta que supo que lo miraba y me miró. Cielos, odiaba que eso sucediera, me hacía sentir...extraña.

The Last Warrior- La Última Guerrera. Alice De Niro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora