Decimosexto capítulo. El plan secreto.

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Bast y Thot no me vieron escondida tras el papelerío, y me costaba entender cómo Bast no se dio cuenta de que estaba allí.

- No me malinterpretes Bast pero desde que conocí a Alice noté que no tiene el buen sentido de su mente –farfulló Thot mientras revolvía algo en su escritorio- ella es impulsiva, no usa la razón.

Bast se rió a lo bajo con su risa cantarina.

- Puede ser, pero no la conoces bien Thot, ella es inteligente. Más de lo que crees –me defendió- necesitará de tu ayuda, seguramente tendrá miles de preguntas...

- Que no podré contestar –finalizó él- Anubis sabe sobre la muerte, es obvio, no sé qué tengo que ver yo en esto.

- Bastante...me voy, tengo que preparar algunas Esfinges... ¿ves? Ahí tienes una respuesta, Alice puede hacer Esfinges de arena y tú le explicarás cómo. Nos vemos, Nerd.

- No me llames así, gata chiflada

- ¡Y muy orgullosa! –chilló ella desde el pasillo. Thot suspiró.

- Bast siendo muy Bast ¡Dioses!

Se le cayeron algunas hojas y yo aproveché para salir porque estaba metido debajo de su escritorio buscando lo que se le cayó. Salí con los libros pegados contra mi pecho hasta mi habitación ¿Qué había dicho Bast sobre hacer Esfinges de arena? Apenas podía hacer un corazón de papel. En fin, eso iba a verlo luego porque ahora tenía que estudiar tres libros grandes y pesados para comenzar a hacer el plan que no sabía con exactitud si iba a funcionar. Todo dependía de mí y mis manos. Y algo más pero no sabía, por eso necesitaba leer los libros.

Dos horas después...dioses, mi mente quería estallar pero ni siquiera estaba por la mitad del primer libro, más o menos ya comprendía algunas cosas que necesitaría para mi plan secreto. Lo primero era: Yo. Mi cuerpo y ser. Eso asustaba, un error y moriría. De todas formas era preferible morir a mano propia que la de otra.

- ¡Alice! –Horus golpeó la puerta de mi habitación- es hora del desayuno...

El estómago me rugió y me di cuenta que no comí nada desde la cena, y tampoco había dormido. No podía hacerlo, mi mente estaba cansada pero se negaba a descansar. Escondí los libros y mi libreta de planes para que nadie pudiera leerlo, pues era secreto, obvio. No era que no confiaba en ellos, pero por las dudas...tenía que hacerlo sola. Cuando abrí la puerta me encontré con un Horus muy ojeroso, eso sí seguía siendo guapo.

- Si...estoy terrible –comentó con una media sonrisa apagada- la guerra nos quita vitalidad y parecemos más...cansados y viejos.

- No me quiero ni ver en un espejo, debo estar tan horrible como una foca vieja.

Horus sonrió con más ganas e hizo un gesto con la cabeza refiriéndose que vaya a desayunar. En las últimas horas él había estado distante conmigo y no entendía por qué. Tal vez le advirtieron que...

- Bast quiere llevarte a tomar café –me dijo de atrás- así que cuando termines...

- ¿Va a darme una clase de cómo mantener unas perfectas uñas de gato? –pregunté bromeando aunque no me salió como quería, mi voz estaba apagada y sin vida.

Había estado varias veces en depresión en mi vida, pero lo que sentía ahora era algo más fuerte. Era como si ya estuviera muerta.

- No, es algo más importante que las uñas de gato –respondió Horus distante. Eso esperaba.

Él se fue para el otro lado y yo seguí por el pasillo hasta llegar a la sala principal y luego a la cocina donde el desayuno ya estaba listo, como siempre. Apenas comí bocado y se lo dejé a Midnight que poco a poco robaba mi comida del plato.

The Last Warrior- La Última Guerrera. Alice De Niro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora